miércoles, 22 de abril de 2015
El proceso de paz de La Habana
Proceso de paz = proceso de muerte
Treinta familias lloran hoy a sus hijos y Santos no
tiene la menor frase de solidaridad con ellas. La pérdida de esos soldados es
cantidad menor para ese personaje
Eduardo Mackenzie
Por Eduardo Mackenzie
19 de abril de 2015
Fuente:http://www.periodismosinfronteras.org/nuevas-imagenes-del-9-de-abril.html/eduardo-mackenzie-4
La nueva matanza de militares en el corregimiento
de Timba, Cauca, pudo haber sido evitada. Pero no lo fue. Las Farc pudieron
transportar sus bandidos y su arsenal como quisieron y concentrarlos allí, en
el punto que habían escogido para montar la cobarde emboscada. Nadie vió sus
preparativos, ni su avance por carreteras y montañas, pues la vigilancia aérea
y terrestre de los narco-terroristas había sido descartada semanas antes.
Los llamados de los soldados para pedir apoyo aéreo
en los primeros momentos del ataque no fueron atendidos. La Fuerza Aérea, el instrumento
del Estado más móvil y que más temen las guerrillas, tenía prohibido
defender a la fuerza pública: el presidente Juan Manuel Santos había dictado
esa orden absurda argumentando que las Farc estaban “respetando” el
cese al fuego unilateral y que había que participar en el “desescalamiento del
conflicto”.
Ahí están los resultados de ese cálculo inepto e
imbécil: 11 militares tomados por sorpresa y asesinados y otros 20 heridos (sin
hablar de los otros ataques en otros lugares durante las últimas semanas), tras
un acoso nocturno de cuatro horas y media, en medio de la lluvia, en el que los
asaltantes emplearon obuses, granadas y ráfagas de fusil.
Santos sabía mejor que nadie que las Farc jamás en
su larga historia criminal han respetado sus promesas, ni han dejado de matar
colombianos cuándo y donde quieren. El sabía que la tal tregua unilateral de
las Farc era una impostura. Pese a ello, dió esa orden y salió a marchar con
éstas el 9 de abril. Al mismo tiempo, las Farc preparaban en secreto la sangrienta
emboscada del 14 de abril.
Entre la matanza de Timba y la orden de Santos hay
una relación de causa a efecto. Hay un hilo de sangre muy directo y patente
entre esos dos hechos. Santos quedará definitivamente ligado al gravísimo
episodio pues su orden creó las condiciones para que las Farc organizaran esa
demostración de fuerza, que aterra hoy al país y a la fuerza pública.
Estos son 10 de los
11 soldados masacrados en Cauca por las FARC. El número 11 murió en el hospital
En un Estado de Derecho, la situación creada por la
orden presidencial y por su resultado inmediato, la matanza del 14 de abril de
2015, desembocaría en un juicio de responsabilidades. Quien dio esa
orden es responsable de ese resultado, así como son responsables los mandos
civiles y militares que decidieron, en los momentos cruciales, mientras los
militares atacados pedían apoyo aéreo, no enviar las aeronaves de combate para
reprimir a los asaltantes. Aunque el ataque duró cuatro horas y media, nadie en
las altas esferas movió un dedo por esos soldados. Tenían que
respetar la alucinada orden presidencial que prohibía toda acción de la Fuerza
Aérea contra las Farc.
Ese es el infame proceso de paz en Colombia. Esa es
la dirección que el presidente Santos le ha dado a las conversaciones con las
Farc en La Habana. Un proceso que produce resultados tan aberrantes
contra Colombia no puede ser llamado así. Hay que llamarlo como lo que es: un
proceso de muerte. Colombia ha sido metida con engaños en una espiral de muerte
física y mental gracias a esa farsa “de la paz”. Esa espiral siniestra
gira y se desboca y avanza en la destrucción de los intereses de Colombia. A
eso es que, precisamente, se refiere el dictador Raúl Castro cuando dice que el
proceso de paz en Colombia “va muy bien”. Hay que ponerle fin a esa operación
mentirosa en La Habana que Santos y las Farc llaman proceso de paz. Pues
Colombia necesita la paz, pero la verdadera.
La ciudadanía y sus representantes parlamentarios
pedirán explicaciones. Los hechos deben ser examinados. Ni la
opinión ni los congresistas conocen los pormenores de lo ocurrido en la noche
del 14 de abril de 2015 en la vereda La Esperanza del municipio de Buenos
Aires, Cauca. El país debe saber todo al respecto. Es la primera vez
que en Colombia un presidente decide inmovilizar la Fuerza Aérea, el principal
elemento de lucha contra el mayor enemigo de Colombia. Esa orden estrambótica,
un paso importante hacia el suicidio nacional, hacia el cese bilateral de
fuego, abrió una avenida a los terroristas para que
golpearan con saña a la fuerza pública. Algunos observadores, entre los que me
encuentro, habían previsto ese desastre. Es la primera vez que una orden
presidencial absurda propicia en forma tan directa un acto de guerra
que mina la moral de las Fuerzas Militares.
Santos piensa que saldrá de esa encrucijada con una
nueva pirueta: con la contraorden de “levantar la suspensión de bombardeos a
los campamentos de las Farc”. No le quedaba otra opción ante la cólera de la
base militar. Pero esa medida no basta. Para que las Fuerzas Armadas recuperen
la iniciativa se requiere una orientación inteligente y soberana, no dirigida
desde Cuba. Lo propuesto por el ex presidente Uribe de exigir la concentración
de las huestes de las Farc en un solo punto de la geografía es indispensable.
Sin embargo, en lugar de analizar el significado
del giro dado por las Farc al realizar la matanza de Timba, Santos sigue en su
línea de complacerlas, al proclamar que hay que “acelerar las negociaciones que
pongan fin a este conflicto”.
La línea de las Farc es esa. Sus voceros en las
ciudades lo dicen más explícitamente: aquí no ha pasado nada, hay que “acelerar
el proceso de cese bilateral al fuego”. Las Farc explotan esa tragedia para
pedir la rendición del Estado, bajo la forma de un cese bilateral al fuego.
Para poder realizar, sin trabas, mil asaltos como el de Timba cada mes y en
cada departamento, hasta que puedan entrar a Bogotá a tiros y
morterazos. Para eso es el proceso de paz.
Treinta familias lloran hoy a sus hijos y Santos no
tiene la menor frase de solidaridad con ellas. La pérdida de esos soldados es
cantidad menor para ese personaje. No hubo ni un saludo a esas familias. Ni un
elogio a la valentía y abnegación de sus hijos. Santos no propuso ningún acto
simbólico en honor de ellos. Nada. Han muerto unos soldados y punto. La distancia
que hay entre ese extraño mandatario y la base militar colombiana produce
escalofríos.
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jueves, 26 de marzo de 2015
24-2-15
Brigadier General
José Arturo Camelo.
La Cuidad.
José Arturo,
Son muchas las voces que se han elevado al cielo, para
pedirle al todo poderoso que se haga justicia y que tu espíritu acepte y pueda
estar en paz ante los lamentables hechos que sucedieron en días pasados en la
remota para nosotros, Túnez.
El conocerte desde épocas lejanas me da la oportunidad de
expresar que he admirado tus ejecutorias en el ámbito castrense y legal. Tu
hogar es uno de los baluartes en tu vida.
El día de ayer le diste a las Fuerzas Militares y al país
entero un ejemplo de ponderación, equilibrio e inteligencia. Otros quizás
hubiéramos actuado en otros espacios y entregado mensajes disímiles, tu a cambio mostraste
moderación, grandeza de ser y nobleza en tu alma.
Escuche en el sepelio de tu señora doña Myriam Martínez y tu hijo Javier Arturo, adorados los dos por
ti, palabras de mesura y armonía en esos arduos momentos, mi admiración
despiertas cuando revelas que no sentiste odio ni lo sentirás jamás ante esa
realidad y ante la dimensión de los hechos y en esta pérdida que nunca podrá
ser reparada.
Mencionabas también que los episodios seguidos a la
muerte de tus seres queridos y tan importantes para ti, fueron una serie de
acontecimientos que los denominaste como la aparición de “ángeles” que
facilitaron y ayudaron a dirimir la situación compleja que se presentaba en
esas latitudes y ante los nefastos y duros acontecimientos.
Hablaste de los muchos sucesos que en cierta forma
facilitaron la salida a los hechos que de un momento para otro cambiaron tu
vida y la de tu hijo. Te expresaste con gratitud de varias personas, mencionaste
al sacerdote que se apareció en forma providencial y te dialogó en español entregando paciencia y afloró la calma al
menos por un espacio de tiempo; hablaste también de algunos diplomáticos de
otros países que te ofrecieron ayuda, de la Cancillería de Colombia que se hizo
presente por intermedio del Cónsul en Argelia, aludiste
varios episodios y eventos que fueron estupendos facilitando tu accionar ante
las dificultades presentadas; sin duda te
destacas en tus palabras cuando expresas con la mayor espontaneidad y con gran
sinceridad, que todo ello se debió a grandeza del Dios todopoderoso.
La mayor enseñanza que nos has dado se plasma en la grandeza de espíritu y en la serenidad
demostrada por ti. Eres un gran ser humano, digno representante de las FF.MM de
Colombia.
Desde estas páginas hago un reconocimiento de admiración
y le pido al todo poderoso que te guie en los pasos que tendrás que recorrer a
partir de este momento, cuenta con los integrantes del Centro Colombiano de
Pensamiento político Militar del que eres digno representante.
Con especial afecto,
MGA Ricardo Rubianogroot Román.
domingo, 22 de marzo de 2015
LA “DOCTRINA DE SEGURIDAD NACIONAL”
Por Mayor
General Víctor Álvarez Vargas
Todos hemos
escuchado con frecuente insistencia la posición de los guerrilleros de las Farc
en Cuba, cuando pregonan que el Ejército de Colombia debe abandonar la
“Doctrina de seguridad Nacional” impuesta por los Estados Unidos. Recordemos algunos
hechos históricos que contradicen los argumentos de quienes sostienen la
existencia de dicha teoría, particularmente en el caso colombiano.
La expresión
“Doctrina de Seguridad Nacional”, es un concepto surgido de algunos analistas e
investigadores al finalizar la Segunda Guerra Mundial, para definir las
acciones de la política exterior de Estados Unidos, tendientes a que las
fuerzas armadas de los países de Latinoamérica dirigieran sus acciones a la
contención de la expansión del comunismo[1].
Esta
doctrina es reconocida en muchos ámbitos académicos y gubernamentales,
particularmente de la izquierda y los grupos armados marxistas, quienes
sostienen que esta política se creó para combatir ideologías, organizaciones o
movimientos que dentro de cada país pudieran favorecer o apoyar al comunismo en
el contexto de la Guerra Fría, legitimando la toma del poder por parte de las
fuerzas armadas y la violación de los derechos humanos, así como la lucha
contra “el enemigo interno”, concepto surgido para enfrentar supuestos agentes
locales del comunismo[2].
Refiriéndose este último, como la persecución y exterminio de todas las
expresiones de protesta social (movimientos sociales, sindicatos, movimientos
estudiantiles, defensores de DDHH).
El origen
del involucramiento de las FFMM colombianas en el conflicto interno, se remonta
al año 1948, posterior al asesinato del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitan.
Este grave acontecimiento trajo como consecuencia la generalización de la
violencia en todo el territorio nacional, por lo cual la policía se vio desbordada,
además de que acusaba para esa época graves problemas de politización. En tales
circunstancias el gobierno se vio obligado a asignar la tarea del control del
orden público interno a las Fuerzas Militares. Estos acontecimientos sucedieron
mucho antes de que apareciera la teoría de la “Doctrina de Seguridad Nacional”,
ni se hubieren presentado golpes militares en Colombia ni en el resto de
América Latina.
Los
defensores de la existencia de esta teoría, sostienen sus argumentos desde una
sola óptica, desestimando las acciones realizadas por la Unión Soviética en la
lucha bipolar por la obtención de la hegemonía mundial, lo que les resta
credibilidad y solidez en sus argumentos. Los investigadores documentan su
posición con verdades a medias y narran
hechos que no obedecieron a la realidad. Con esta posición unilateral,
pretenden culpar exclusivamente a la política exterior norteamericana y al
militarismo de derecha surgido en esta época.
Los años
sesenta marcaron el inicio de la intervención directa del comunismo
internacional, (URSS) en la América Latina, motivados por las condiciones
sociales en que vivían los países del tercer
mundo. El primer paso fue dado con el triunfo de la Revolución Cubana, que
luego se extendió por toda la región, mediante la aparición de numerosos
movimientos insurgentes de liberación, que utilizaron toda clase de tácticas irregulares,
entre ellos, la guerra de guerrilleras incluido el uso del terrorismo.
Para
contener la expansión de los grupos armados comunistas en América, los Estados Unidos creo la Escuela de Las
Américas en Fort Gulik (Panamá), con el fin de preparar en tácticas
contrainsurgentes a los oficiales de los ejércitos latinoamericanos. Algunos investigadores
y analistas han difundido erróneamente, que esta Escuela fue creada con el fin
de “preparar a los alumnos en técnicas de secuestros y desapariciones de
opositores políticos, guerra psicológica, técnicas de tortura y violaciones de
DDHH[3]”,
lo cual carece de toda verdad.
Esta
doctrina ha hecho carrera hasta llegar a constituirse en una realidad aceptada
en muchos sectores académicos. Si bien es cierto, que los Estados Unidos se
impusieron en la tarea de contener la expansión del comunismo en Americalatina,
esta acción fue realizada para contrarrestar las diferentes formas de lucha que
utilizo en comunismo en Centro y Suramérica (guerra de masas, guerra de
organizaciones, guerra sicológica y primordialmente la guerra de guerrillas).
Así mismo, esta
corriente de pensadores argumentan que en el marco de la llamada “Doctrina de
Seguridad Nacional”, se impulsaron golpes militares en casi toda la América
Latina en la década de los setenta y ochenta. Un concepto en buena parte
cierto, particularmente por la anuencia y soporte que los Estados Unidos brindaran
a estas dictaduras, hecho que marco una etapa oscura de la política exterior
norteamericana. Sin embargo, Colombia surge como una excepción a este fenómeno,
donde paradójicamente la insurgencia armada ha tenido mayor duración, motivada por
factores particularmente diferentes.
Lo sucedido en
Americalatina con respecto a los golpes militares, puede explicarse como el
resultado de la lucha frontal ejercida contra los grupos insurgentes comunistas
(Guerrillas urbanas y rurales) surgidos en casi todos los países del Cono Sur, lo
cual ocasiono un empoderamiento de los militares,
que impulsados por algunos sectores sociales y los excesos cometidos por los
terroristas de estos países, los indujo a lanzarse en la aventura de los golpes
de Estado, con el argumento de salvar la vigencia de las instituciones democracias.
Estas dictaduras también tuvieron origen en la incompetencia y falta de
liderazgo del poder civil en su momento.
También es
necesario recordar, aunque ningún autor de los descritos lo menciona, el soporte que brindo el Comité internacional
Comunista –COMINTER-(Unión Soviética) al partido comunista en las américas y el
apoyo soterrado a los grupos armados llamados de liberación. Es ampliamente conocida
la injerencia que los países comunistas tuvieron en el nacimiento y desarrollo
de los movimientos armados en Colombia. La Unión Soviética, la China de Mao y
Cuba se involucraron directamente con suministros de armamento, apoyo logístico
y entrenamiento a estos grupos armados durante casi tres décadas.
Los
defensores de la existencia de la “Doctrina de Seguridad Nacional”, han querido
desconocer y satanizar las legítimas
acciones defensivas que ejercieron los países del Cono Sur, para defenderse del
comunismo internacional que utilizo llamada “combinación de todas las formas de
lucha”, entre ellas la guerra guerrillas y diferentes expresiones del
terrorismo. No obstante, como producto de esta lucha se presentaron graves
violaciones de los Derechos humanos, con mayor o menor intensidad de acuerdo a
las circunstancias de cada país.
En Colombia,
esta famosa teoría nunca ha sido tema de estudio en las escuelas de formación y
capacitación de las Fuerzas Armadas, diferentes a los ejercicios académicos
sobre el planeamiento de la Seguridad y Defensa enseñados en la Escuela
Superior de Guerra, como parte de la doctrina militar colombiana. Por lo tanto,
no tiene justificación alguna endilgarle a las FFMM de Colombia la aplicación
de la denominada “Doctrina de seguridad Nacional”, en los términos que los
autores de izquierda y la guerrilla pretenden contextualizar. Las FFMM
colombianas han sido, sin duda alguna, las más democráticas y respetuosas de la
constitucionalidad de toda la América Latina y han actuado siempre sujetas al poder civil legítimamente
constituido.
Los excesos
que se presentaron durante la guerra contrarrevolucionaria en Colombia, se debieron
primordialmente a su exagerada prolongación en el tiempo, lo que ocasiono una
grave degradación del conflicto, que además careció de un marco legal adecuado que permitiera
combatirla con medios legales eficaces. Ante esta situación, surgieron los mal
llamados paramilitares, como respuesta al acoso y depredación de la guerrilla en
las regiones más apartadas de la nación, algunos de estos grupos fueron aupados
por funcionarios del Estado, políticos y empresarios del campo, quienes a su
vez fueron influenciados por narcotraficantes, lo que dio origen a un
recrudecimiento de la violencia que alcanzó niveles dramáticos altamente deplorables.
La doctrina
militar contrainsurgente en colombiana no se fundamenta en hacer la guerra en
sí misma, sino en contrarrestar la acción armada de los grupos terroristas, que
han pretendido tomarse el poder por la vía armada. La doctrina militar
colombiana ha sido producto de la propia experiencia en su larga lucha contra
los grupos armados ilegales y esta ha sido ajustada de acuerdo a cada etapa del
conflicto, por lo tanto estará sujeta a las variaciones del proceder de la
amenaza y si esta desaparece, habrá que
reestructurar la doctrina acorde con las circunstancias y nuevos retos que
impone el mundo moderno.
MG (R) VICTOR ALVAREZ VARGAS
Miembro de la Mesa de Transición del MDN
[1] Comblin, Joseph
(1977). Le pouvoir militaire en Amerique latine : l'ideologie de
la securite nationale. París: J.-P. Delarge.
[2] Child, Jack, Geopolitics and
Conflict in South America: Quarrels among Neighbours, New York, Praeger, 1985
[3] «Contrainsurgencia
- Terrorismo Made in U.S.A. en las Américas». Consultado el 2009.
lunes, 16 de febrero de 2015
LA JOYA DE LA CORONA.
02-12-15
MG (RA)
Ricardo Rubianogroot Román
Máster en
Seguridad y Defensa.
Durante
un periodo aproximado de seis meses, 12 interlocutores escogidos entre las
partes que actualmente interactúan en la Habana, recopilaron en otros tantos
informes lo que consideran que son los orígenes y causas del conflicto interno
en Colombia.
Estos
informes recopilados en forma impecable fueron la consecuencia de una hábil
gestión lograda por la guerrilla, al conseguir el nombramiento de esta comisión
que no se había acordado inicialmente en el preacuerdo.
Sin
duda lo planteado por cada uno de ellos y compendiado por los dos relatores
escogidos, será a partir del momento, guía y motivo de argumentos que se
esgrimirán convenientemente, para encausar exigencias en este proceso. Es
oportuno recordar que la subcomisión del fin del conflicto que tanta
expectativa crea, se va a iniciar a negociar y concretará acuerdos al finalizar
el presente mes.
Los periodos del inicio
de análisis difieren, pero a la vez se enmarcan entre 1930 y 1958. El Informe
que se centra en causas políticas y culturales, critica el carácter de los
sectores dirigentes en Colombia y la pobre actitud frente a las reformas
sociales.
Dentro de las causas que
esgrimen los elegidos para rendir los informes, se plantean factores socioeconómicos,
políticos, institucionales, psicológicos, culturales e incluso raciales. Destacan como elementos desencadenantes la
ausencia del Estado en la solución al problema agrario, el fracaso del Estado
en la prevención y resolución de conflictos que dieron origen al uso de prácticas privadas
de justicia y la conformación de ejércitos irregulares; esgrimen también la no
vinculación de las elites con el desarrollo del conflicto.
En cada uno de los
informes, de una u otra forma se resalta que el responsable es el Estado; se
destaca en esta sentencia lo que he expuesto, “Las responsabilidades por los
impactos del conflicto, aunque son múltiples, desiguales y diferenciadas, se le
imputan al sistema imperante y particularmente al Estado”[1] ello, como lo insinué, será la nueva tabla de
ruta de las conversaciones y de las demandas de la guerrilla.
La
aseveración que hago en el párrafo anterior, no podría esta mejor descrita, cuando Santrich se pronuncio al final del
evento donde se entregó el informe por parte de los relatores, “Sin duda, este
es un acontecimiento histórico que impactará en dimensiones insospechadas la
percepción que la gente tiene del conflicto colombiano, y tendrá indefectiblemente
una incidencia muy grande en la marcha de las conversaciones, sobre todo porque
los doce expertos que intervienen presentaran puntos de vista que conciernen a
la definición de la verdad respecto a las causas, consecuencias y responsabilidades
de la confrontación de más de medio siglo que aún vivimos y padecemos”.
Lo que
se avizora sin duda a partir de este momento y en forma constante es que este
informe gozara de la más alta difusión en versiones escritas digitales a nivel
nacional e internacional, se hará pedagogía con él, sin duda superará lo que ya
se ha logrado en centros educativos del bien conocido informe, “Basta Ya”
Es
importante clarificar que como consecuencia de este informe, no se podrá
acceder a un reconocimiento de responsabilidad general y principal del Estado y
simplemente exonerar de su condición de victimarios a los guerrilleros. Ni
siquiera el derecho a la rebelión que esgrime el S.J. Javier Giraldo en su
informe, y que por ello esa insurrección legitime el uso de las armas y al terrorismo
con todas sus atrocidades.
Ninguna
circunstancia y ningún argumento, de los relatados en los 12 informes, justifican
que se pase de las ideas, exigencias y reclamaciones, empleando la fuerza, las
armas ilegitimas, la extorsión, ni la brutalidad en las acciones.
De
ninguna manera tampoco, se podrá responsabilizar a las Fuerzas legalmente
constituidas por el Estado que precisamente han realizado su trabajo como
producto de las instrucciones y directrices de los dirigentes en cada periodo. Es
fundamental que se entienda y aplique en forma adecuada, la teoría del Alemán Claus Roxin.[2]
Mencionan
de igual forma que existe una responsabilidad de los partidos y clases
dominantes y de las instituciones de poder social, de latifundistas, empresas
grupos económicos, poderes corporativos, transnacionales, de los medios de
comunicación, de los Estados Unidos y otras potencias extranjeras y finalmente
aceptan la responsabilidad guerrillera como fuerza política y militar beligerante.
Acaso realmente
hay beligerancia de un grupo guerrillero o es una distorsión, acaso también, cuando
supuestamente hay muchos responsables, que no es del todo cierto, hay que
terminar exonerando a quienes en forma persistente y sistemática han faltado a
los Derechos Humanos?
Ya se
han manifestado los guerrilleros, acogiéndose a lo presentado en los referidos
informes de la siguiente forma, “carece de sentido que el Estado pretenda obtener en
la Mesa de Diálogos una victoria que ha sido incapaz de obtener en los campos
de batalla durante años”[3]
Sin
duda este informe será la Joya de la Corona para la guerrilla si no hay una
posición firme a las pretensiones y a lo que desde ya son sus demandas;
Juristas Colombianos de bien, comunidad internacional, organismos de Derechos
Humanos, Cortes Internacionales, apliquen toda su sapiencia para que este
informe no sea aprovechado para desconocer otras realidades y argumento para más
injusticias para la resolución de este conflicto, puesto que si ello es así, no
habrá una verdadera reconciliación, por ende la paz difícilmente llegara al
país.
[2] Claus Roxin (n. 15 de mayo de 1931, Hamburgo Alemania) es un abogado y
jurista Alemán destacado por su labor en el ámbito
del Derecho Penal, Derecho Penal Internacional, Derecho Procesal Penal y Teoría
del Derecho. Es uno de los penalistas de mayor influencia en discusión
contemporánea del Derecho Penal de la tradición romano-germánica, lo que le ha
hecho acreedor de casi una veintena de Doctorados Honoris Causa y reconocimientos
académicos como la orden Raimundo Peñafort en España.
[3] Las Farc, al culminar el evento en
que se produjo el informe de la Comisión Histórica y manifestar que “recibe con beneplácito los informes
presentados hoy por la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas” con
el título de “Palabras de Cierre”.
viernes, 16 de enero de 2015
INCERTIDUMBRES SOBRE LOS DIÁLOGOS DE LA HABANA
Por: MG Víctor Álvarez
Vargas
Son muchas las preocupaciones que
agobian a la mayoría de los colombianos sobre la manera de cómo se está
llevando a cabo este proceso.
A finales del año pasado, surgió la controversia
de que si el narcotráfico es un delito conexo al delito político, o no lo es;
lo cierto es que de no aceptarse como tal, no existe la menor posibilidad de
llegar a un acuerdo con las guerrillas, por tanto será otro amargo precio que el
país tendrá que pagar para lograr el fin del conflicto.
Por otro lado, la intensificación
de las acciones criminales de las Farc durante el fin de año, contrastaron con
la propuesta del cese indefinido y unilateral del fuego, condicionada a no ser
atacados por la Fuerza Pública, lo que convierte la “noble” propuesta en otra de
las estratagemas a que nos tienen acostumbrados. Es claro que buscan forzar un
cese bilateral del fuego.
Superados los primeros tres puntos y
parte del cuarto, el gobierno continua a la defensiva, siempre respondiendo a
las iniciativas de las Farc, lo que no es de extrañar, pues el dialogo fue
propuesto de esa manera desde la misma Agenda, la cual traerá mayores dificultades
y sapos por digerir en los puntos por discutir.
La gran pregunta es, ¿hasta donde
está el gobierno dispuesto a ceder para lograr un acuerdo definitivo? En el
último punto tratado lograron imponer las victimas que viajaron a la Habana,
donde salió mal parado el Estado y sus agentes, demostrando con base en los
testimonios, que las Farc no han sido los causantes de la mayoría de las
víctimas. Tal pareciera que estuviéramos
negociando con un adversario en igualdad de condiciones, o a veces en
inferioridad.
Como van las cosas, todo hace
prever que durante el 2015 será muy difícil la firma de un acuerdo. A pesar del
afán que a ellos también les acusa, las Farc continuaran dilatando el proceso en
la medida que logren sacar el mayor provecho en cada punto tratado. Mientras tanto
el gobierno seguirá adaptándose a las
exigencias de las Farc, con tal de que el proceso no se rompa, por la sencilla
razón de que se ha constituido en la principal bandera del Presidente Santos,
pues la situación economía del país y la seguridad de los colombianos no son
para nada halagüeños.
En cuanto a la situación de los
militares, tampoco pinta bien. Aunque en varias las ocasiones el Presidente de
la República ha dicho que habrá simetría entre guerrilleros y militares, en
cualquier beneficio que otorgue la justicia transicional como consecuencia del
proceso de paz. Sin poner en duda estas intenciones, la experiencia nos ha
demostrado que ha sucedido todo lo contrario en procesos similares en países de
la región. No por la voluntad del Ejecutivo en el momento de la firma los
acuerdos, pero si por acciones de gobernantes
futuros e intereses de los demás poderes del Estado y de la Corte Internacional.
Aunque la situación y el contexto del
Proceso de Paz que se adelanta en Colombia, son completamente diferentes a lo sucedido
a mediados del siglo pasado en la mayoría de los países donde se presentaron gobiernos
de facto en América Latina; en el mediano y largo plazo los efectos podrían ser
los mismos, motivados por múltiples razones ya comprobadas, tales como, el deseo de venganza de la
izquierda radical, la agenda de los DDHH y la Justicia Internacional de la cual
Colombia es signataria. Por tanto, no es descartable que hacia el futuro se
incrementen aún más las persecuciones de la justicia contra militares
colombianos por razones del conflicto.
Unido a lo anterior, está
demostrado que la memoria colectiva de los pueblos es muy frágil, la cual normalmente
se acondiciona a los intereses y manipulaciones
que se vivan en un momento dado; en unos años se olvidarán, o por lo menos no
podrán hablar, de los que alguna vez llamaron héroes, y que salvaron el país de
las garras de una tiranía armada.
Tomando como ejemplo los sucedido
en Chile, vale la pena recordar que en épocas de Salvador Allende, en
manifestaciones de una sociedad agobiada por la escasez (El cacerolazo), le
tiraban maíz a los militares, comparándoles con gallinas, porque no hacían nada
por liberarlos de la opresión de un gobierno que los estaba conduciendo la
ruina económica. Fue entonces cuando los militares cayeron en la trampa, se
creyeron los salvadores y cometieron el error de dar un golpe de Estado, que si
bien salvaron al país de una catástrofe económica, el precio resulto ser
demasiado caro para los que se atrevieron a semejante aventura.
En este proceso se avecina un
peligro aun mayor, que es la llamada
“Comisión de la Verdad”, que desde tiempo atrás, está siendo deformada por una
carga ideológica de una buena parte de la academia y escritores de izquierda,
que normalmente manejan con gran habilidad académica, distorsiones,
falsedades y verdades a medias, que increíblemente han venido siendo avaladas
por el gobierno, pero que al final señalaran al Estado colombiano y su Fuerza
Pública, como los principales responsables de la violencia en Colombia.
Teniendo en cuenta este adverso panorama
y ante la potencial irreversibilidad del proceso, es indispensable una intensa
labor por parte del Ministerio de Defensa Nacional (activos de las FFMM y de
Policía), las organizaciones de la Reserva y todas aquellas instituciones
interesadas en la consecución de una paz justa y duradera, para que participen
en todos los escenarios académicos posibles, para que mediante el sano debate escrito
o presencial, se contrarresten las hostiles posiciones de la izquierda y los
simpatizantes de los grupos armados que han venido ocupando estos espacios
desde hace largo tiempo.
En primer lugar, para intervenir en
la reconstrucción de la verdad histórica de lo sucedido en el conflicto y así
evitar su manipulación. Y segundo, participar en la construcción de una
Justicia Transicional, que conduzca a un tratamiento digno y por lo menos
equitativo, donde salgan fortalecidas las Fuerzas Militares y de Policía, por
haber sido ellas, a costa de un altísimo precio, los artífices de la victoria
sobre los violentos y verdadero soporte de la democracia, sin los cuales no
hubiere sido posible que las Farc estuvieren sentadas en la mesa de
negociación.
miércoles, 22 de octubre de 2014
Proceso de Paz para los miembros de las FFAA
MG (R) VICTOR
ALVAREZ VARGAS
Miembro de la Mesa
de Transición del MDN
Son muchas las discusiones, análisis y reflexiones que los miembros de
las Fuerzas Armadas de Colombia, activos y de la reserva, hemos realizado en estos dos últimos años
sobre las incidencias, consecuencias y participación en el proceso de paz
iniciado por el gobierno desde febrero del 2012.
El análisis ha sido basado en un cuidadoso estudio de procesos similares
vividos en otras latitudes y en la experiencia adquirida durante muchos años de
trasegar por nuestro territorio, del cual hemos sido testigos de excepción sobre
la problemática social y de inseguridad que viven los colombianos, especialmente
de las regiones más apartadas, donde la presencia del Estado ha sido precaria
producto del desinterés, descuido y corrupción en muchos niveles de la dirigencia
política del país.
La mayoría de las veces esa presencia se limitaba, y aún persiste, a un
alcalde o inspector, un juez, ocasionalmente un puesto de salud mal equipado,
en medio de la más absoluta carencia de oportunidades de progreso y desarrollo.
En casi todos los casos, la respuesta a los brotes de violencia, fue el
envío de tropas para reducir o apaciguar
el desorden público, pero casi nunca llegaron los recursos para mitigar las
urgentes necesidades de esas poblaciones, lo que siempre reclamamos los
militares como la consolidación, considerada esencial para erradicar
definitivamente la violencia, que urgía la presencia de otras entidades del
Estado, tales como: educación, salud, justicia, vías de comunicación, servicios
públicos, entre muchos otros.
De esa problemática social, la guerrilla de las FARC ha derivado sus
exigencias en la mesa de conversaciones, no sin razón, pero sin autoridad moral,
pues ella ha sido la principal causante
de la depredación y miseria del campo colombiano, a través de prácticas
criminales como el asesinato, la extorsión, el reclutamiento forzado y la
destrucción de la infraestructura económica, lo que ocasiono un gran atraso económico y un irreparable perjuicio ambiental
a la nación.
Sin embargo, ahora pretenden surgir como los grandes redentores,
pretextando su lucha cruel y despiadada por la desigualdad social y el abandono
del Estado en el campo colombiano. No obstante, de su fracaso en la lucha
armada, esta negociación les ha traído grandes réditos políticos, entre ellos, el
reconocimiento como actores legítimos del conflicto, además de obtener del
gobierno el compromiso, por lo menos en el papel, de resolver las grandes necesidades
del campo colombiano, así como otras urgentes reformas del Estado que han estado pendientes por más
de cincuenta años; validando con este compromiso, utópico por cierto, las
razones de su ataque aleve contra el pueblo colombiano.
Después de recordar y analizar brevemente todo este devenir histórico
de nuestro acontecer nacional, los militares y policías debemos meditar con
profundidad, cuál debe ser nuestra actitud ante este proceso en que se ha
empeñado el actual gobierno y del cual no nos podemos sustraer.
Es conveniente para nuestro equilibrio emocional, superar
resentimientos y prevenciones, con el fin de concentrarnos en los aspectos en
los cuales podemos influir, para tratar de salir lo mejor librados de una
realidad que al parecer es irreversible.
Es razonable que la mayoría de los miembros la reserva activa, estemos
abrumados por la incertidumbre, la desconfianza y el escepticismo, particularmente,
por el doble lenguaje que se maneja en los diálogos, la actitud desafiante y mendaz
de los terroristas, las concesiones que les puedan otorgar y particularmente
por el desamparo jurídico en que nos encontramos.
Aun con todos estos inconvenientes, debemos hacerle frente a esta
realidad con criterio analítico sin pasiones que nos pueden desorientar. ¿Será que oponiéndonos ante
una realidad política, en la cual nosotros no tenemos mayor injerencia por
carecer de poder político, podremos cambiar la situación? Consideraría que no. Creo
más bien, que debemos mantenernos al margen de la contienda política y dedicarnos
a lo que nadie va a ser por nosotros, que es nuestra justa y legítima defensa,
de la cual muy pocos están interesados.
De nuestros estudios y mesas de trabajo en la reserva, han surgido
muchas posiciones, desde las más radicales hasta las más equilibradas, pero
siempre con el mejor interés y preocupación por buscar un trato digno para nuestras
Fuerzas Militares y de Policía, que tanto sacrificio han tenido que aportar, para preservar la
seguridad y supervivencia de la nación, unos con mayor dedicación que otros,
pero siempre con la mayor voluntad por salvaguardar la legitimidad de nuestra
Institución.
La verdad es que en el pasado poco pensamos en las consecuencias de una
salida negociada del conflicto, y ahora ante esta realidad, la tenemos que
afrontar con apremio para adaptarnos a una eventual negociación con los grupos
de irregulares que combatimos durante los últimos sesenta años.
Cuando estuvimos en actividad y los que aún lo están, nunca analizamos
en detalle cual podría ser el final del conflicto, sencillamente se avanzaba y
avanzaba sin pensar cual sería el final, las ocupaciones del día a
día, las responsabilidades de la guerra y los afanes por la victoria, no nos
permitieron ver que el asunto tendría un final político, el cual podría traer
graves consecuencias para nuestro futuro.
Es lógico entender que en nosotros exista prevención y resentimiento, son
muchas las cicatrices producto de esta larga y sangrienta guerra, en la cual
nos vimos involucrados en cumplimiento de una misión constitucional. Sobre esto
último, no se puede olvidar lo que algunos quieren desconocer, que siempre
estuvimos sujetos al poder civil legítimamente constituido, sin faltar a
nuestro juramento.
Aun en medio de la injusticia con que se nos trata en algunos sectores del
mismo Estado al cual defendemos. La injusta persecución, la incomprensión y la
ingratitud de algunos colombianos, no nos deben amilanar; por el contrario, debemos
hacerle frente y construir una memoria histórica que permita develar a los
verdaderos culpables de la violencia.
No podemos llevarnos a equívocos, por la satisfacción y orgullo que nos
producen las encuestas de aceptación y favorabilidad, donde las FFMM resultan
ampliamente recompensadas por la gratitud del pueblo colombiano, pero
desafortunadamente, esas mayorías no tienen capacidad de decisión ni influencia
sobre la orientación pública del país, son los poderes del Estado y los medios
de comunicación quienes dirigen nuestro destino, por tanto es allí donde
debemos influir.
Por todas estas razones, nuestra atención se debe concentrar, no en
oponernos al proceso, sino en procurar mantener la legitimidad e integridad de
nuestra institución y conseguir un
tratamiento justo y equitativo para nuestros hombres que se encuentran privados
de la libertad, por lo menos igual al que se propone a los alzados en armas en
términos jurídicos, así haya sido por excesos en el cumplimiento de su deber,
que en todo caso fue en legítima defensa de una agresión sistemática contra el
Estado.
Nuestra preocupación no debe ser únicamente por lo que suceda en la
mesa, allí existe una agenda previamente pactada que se deberá cumplir. Lo más
grave está sucediendo aquí en el país y en la agenda internacional; en los
últimos dos años se han desatado los peores agravios que menoscaban la
integridad y prestigio de la institución armada y de sus miembros. La
persecución judicial cada día se acentúa más, la inteligencia militar que es la
base de los éxitos operacionales, es cada vez más difamada y puesta en la
picota publica; tal pareciera que existiera una consigna para llevar la mayor
cantidad de militares a la cárcel, que hoy superan ampliamente los detenidos
por actos terroristas y otros delitos de
los grupos terroristas.
Tenemos que desarrollar una estrategia, con la ayuda de expertos y el
apoyo de quienes creen en sus FFMM., con el fin de poner fin al desprestigio
sistemático que contribuye a los intereses
de nuestros detractores, como es el caso de los llamados “falsos positivos”, un
señalamiento en el que la ficción ha venido superando la realidad, y que de no
ponerse en contexto, provocará graves lesiones a la institución y sus miembros.
Recordemos que uno de los objetivos de quienes nos consideran sus enemigos es
destruir nuestra legitimidad.
Así mismo, y en el supuesto caso de que se superen favorablemente los
grandes escollos que aún quedan por discutir, debemos asumir una actitud
positiva a la decisión que adopte el pueblo colombiano, cualquiera que esta sea
en beneficio del futuro de nuestra nación. Me atrevo a pensar, que dicha
decisión estará sujeta a una demostración sincera de arrepentimiento por los
crímenes cometidos por parte de los grupos que actuaron fuera de la ley, a la entrega
de las armas y a la desmovilización definitiva como una muestra real de paz y reconciliación;
claro está, que esto dependerá de cómo se desarrolle en punto cuarto de la
Agenda, DDR (Desarme, Desmovilización y Reinserción).
También será necesario estar dispuestos a reconocer nuestros errores
como producto de una guerra desigual y sin legislación adecuada, que se
prolongó demasiado en el tiempo; a perdonar si la situación lo requiere (aunque
es una decisión personal no colectiva), pero buscando siempre un tratamiento justo
y por lo menos equitativo, que asegure a los militares y policías de
retaliaciones y venganzas futuras, que pongan en peligro su seguridad jurídica
y personal.
Es allí donde debemos concentrar nuestro esfuerzo, no para salvar el honor,
como alguna vez se hizo, sino para sobrevivir a la indiferencia, la injusticia
y la condena a la cual muchos nos quieren llevar.
domingo, 12 de octubre de 2014
El drama del vecino
El drama del vecino
La tragedia venezolana se queda además sin quien la denuncie.
Razón de más para que en Colombia dejemos de guardar este cómplice silencio.
Por:
Mauricio Vargas
Fuente:
Periódico El Tiempo
2:31
a.m. | 12 de octubre de 2014
Casi tanto como la tragedia que vive Venezuela, me aterra la
indiferencia con que los colombianos la seguimos. El silencio del Gobierno
Nacional es justificado, por voceros y defensores de la administración de Juan
Manuel Santos, con el apoyo del régimen de Nicolás Maduro al proceso de
negociación con las Farc. A estas alturas, se trata de una excusa tan manida
como falsa: si es cierto, como dicen los negociadores del Gobierno en la mesa
de La Habana, que los avances alcanzados son enormes, el proceso no debería
tener reversa, ni siquiera si Maduro se molesta con Colombia.
Pero que el Gobierno prefiera taparse la boca no quiere decir
que todos debamos imitarlo. La dimensión del drama que viven los venezolanos es
enorme y espeluznante. La inflación de los doce meses recientes supera el 63
por ciento, por mucho la más alta del continente, impulsada por una escasez de
alimentos y otros productos en niveles que alcanzan, en algunos rubros, el 70
por ciento.
La agricultura está postrada: las expropiaciones a los
terratenientes y la concesión de tierras a los campesinos no fueron acompañadas
de políticas de financiación y asistencia técnica, y el agro dejó de producir
lácteos, carne y granos, que hoy urge importar. Pero, como venderle a Venezuela
es un riesgo porque el régimen de Maduro no autoriza los dólares a los
importadores, esos productos han dejado de llegar.
Cientos de grandes plantas industriales han cerrado y decenas
de miles de pequeñas y medianas empresas desaparecieron. El caso de la salud es
pavoroso: la escasez de insumos en los hospitales alcanza niveles del 60 por
ciento y para muchas enfermedades, entre ellas el cáncer, faltan las medicinas.
La pobreza pasó de niveles de 21 por ciento, a los que había
bajado en los primeros años del chavismo, a más del 27: esto a 2012, pues desde
hace meses, el INE (el Dane de allá) dejó de publicar esas cifras. Se trata de
un nivel muy similar al de Colombia, con la diferencia fundamental de la
tendencia: acá va bajando y allá, subiendo. Y con una consideración que
convierte en imperdonables los pecados del chavismo: ese empobrecimiento ocurre
justo después de que Venezuela viviera la mayor bonanza petrolera de su
historia, que en solo impuestos le dejó al fisco unos 350.000 millones de
dólares, sin contar los aportes por 150.000 millones de dólares de la petrolera
estatal PDVSA a supuestos programas sociales.
¿Qué pasó con esa plata? Una porción significativa está en
los bolsillos de dirigentes chavistas y amigos del régimen, los boliburgueses,
que exhiben sus camionetas Hummer, sus Rolex de oro y diamantes y su ropa de
marca. Pero ahora que la crisis golpea y la miseria se dispara, las mafias de
la corrupción chavista están al borde de la guerra civil, como lo demuestra el
asesinato del joven diputado Robert Serra, por el que están detenidos dos de
sus escoltas y hay un cruce de acusaciones en que incluso ha saltado el nombre
del ministro del Interior, Miguel Rodríguez.
No fueron entonces, como dijo Maduro y repitió el
expresidente Ernesto Samper, en su calidad de secretario de Unasur, los
paramilitares colombianos los autores del crimen. Cómo será que hasta la
canciller colombiana, María Ángela Holguín, tan cercana a Samper, tuvo que
llamarle la atención por esas declaraciones. El crimen evidencia una guerra de
bandas corruptas, que se suma a la galopante inseguridad que domina a
Venezuela, con 25.000 muertes violentas al año.
Todo esto mientras una justicia al servicio del régimen
encarcela a cientos de opositores, y la falta de papel (Maduro sólo autoriza su
importación a los medios afines a él) obliga al cierre de decenas de diarios.
De ese modo, la tragedia venezolana se queda además sin quien la denuncie.
Razón de más para que en Colombia dejemos de guardar este cómplice silencio.
Mauricio Vargas
mvargaslina@hotmail.com
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