viernes, 16 de enero de 2015
INCERTIDUMBRES SOBRE LOS DIÁLOGOS DE LA HABANA
Por: MG Víctor Álvarez
Vargas
Son muchas las preocupaciones que
agobian a la mayoría de los colombianos sobre la manera de cómo se está
llevando a cabo este proceso.
A finales del año pasado, surgió la controversia
de que si el narcotráfico es un delito conexo al delito político, o no lo es;
lo cierto es que de no aceptarse como tal, no existe la menor posibilidad de
llegar a un acuerdo con las guerrillas, por tanto será otro amargo precio que el
país tendrá que pagar para lograr el fin del conflicto.
Por otro lado, la intensificación
de las acciones criminales de las Farc durante el fin de año, contrastaron con
la propuesta del cese indefinido y unilateral del fuego, condicionada a no ser
atacados por la Fuerza Pública, lo que convierte la “noble” propuesta en otra de
las estratagemas a que nos tienen acostumbrados. Es claro que buscan forzar un
cese bilateral del fuego.
Superados los primeros tres puntos y
parte del cuarto, el gobierno continua a la defensiva, siempre respondiendo a
las iniciativas de las Farc, lo que no es de extrañar, pues el dialogo fue
propuesto de esa manera desde la misma Agenda, la cual traerá mayores dificultades
y sapos por digerir en los puntos por discutir.
La gran pregunta es, ¿hasta donde
está el gobierno dispuesto a ceder para lograr un acuerdo definitivo? En el
último punto tratado lograron imponer las victimas que viajaron a la Habana,
donde salió mal parado el Estado y sus agentes, demostrando con base en los
testimonios, que las Farc no han sido los causantes de la mayoría de las
víctimas. Tal pareciera que estuviéramos
negociando con un adversario en igualdad de condiciones, o a veces en
inferioridad.
Como van las cosas, todo hace
prever que durante el 2015 será muy difícil la firma de un acuerdo. A pesar del
afán que a ellos también les acusa, las Farc continuaran dilatando el proceso en
la medida que logren sacar el mayor provecho en cada punto tratado. Mientras tanto
el gobierno seguirá adaptándose a las
exigencias de las Farc, con tal de que el proceso no se rompa, por la sencilla
razón de que se ha constituido en la principal bandera del Presidente Santos,
pues la situación economía del país y la seguridad de los colombianos no son
para nada halagüeños.
En cuanto a la situación de los
militares, tampoco pinta bien. Aunque en varias las ocasiones el Presidente de
la República ha dicho que habrá simetría entre guerrilleros y militares, en
cualquier beneficio que otorgue la justicia transicional como consecuencia del
proceso de paz. Sin poner en duda estas intenciones, la experiencia nos ha
demostrado que ha sucedido todo lo contrario en procesos similares en países de
la región. No por la voluntad del Ejecutivo en el momento de la firma los
acuerdos, pero si por acciones de gobernantes
futuros e intereses de los demás poderes del Estado y de la Corte Internacional.
Aunque la situación y el contexto del
Proceso de Paz que se adelanta en Colombia, son completamente diferentes a lo sucedido
a mediados del siglo pasado en la mayoría de los países donde se presentaron gobiernos
de facto en América Latina; en el mediano y largo plazo los efectos podrían ser
los mismos, motivados por múltiples razones ya comprobadas, tales como, el deseo de venganza de la
izquierda radical, la agenda de los DDHH y la Justicia Internacional de la cual
Colombia es signataria. Por tanto, no es descartable que hacia el futuro se
incrementen aún más las persecuciones de la justicia contra militares
colombianos por razones del conflicto.
Unido a lo anterior, está
demostrado que la memoria colectiva de los pueblos es muy frágil, la cual normalmente
se acondiciona a los intereses y manipulaciones
que se vivan en un momento dado; en unos años se olvidarán, o por lo menos no
podrán hablar, de los que alguna vez llamaron héroes, y que salvaron el país de
las garras de una tiranía armada.
Tomando como ejemplo los sucedido
en Chile, vale la pena recordar que en épocas de Salvador Allende, en
manifestaciones de una sociedad agobiada por la escasez (El cacerolazo), le
tiraban maíz a los militares, comparándoles con gallinas, porque no hacían nada
por liberarlos de la opresión de un gobierno que los estaba conduciendo la
ruina económica. Fue entonces cuando los militares cayeron en la trampa, se
creyeron los salvadores y cometieron el error de dar un golpe de Estado, que si
bien salvaron al país de una catástrofe económica, el precio resulto ser
demasiado caro para los que se atrevieron a semejante aventura.
En este proceso se avecina un
peligro aun mayor, que es la llamada
“Comisión de la Verdad”, que desde tiempo atrás, está siendo deformada por una
carga ideológica de una buena parte de la academia y escritores de izquierda,
que normalmente manejan con gran habilidad académica, distorsiones,
falsedades y verdades a medias, que increíblemente han venido siendo avaladas
por el gobierno, pero que al final señalaran al Estado colombiano y su Fuerza
Pública, como los principales responsables de la violencia en Colombia.
Teniendo en cuenta este adverso panorama
y ante la potencial irreversibilidad del proceso, es indispensable una intensa
labor por parte del Ministerio de Defensa Nacional (activos de las FFMM y de
Policía), las organizaciones de la Reserva y todas aquellas instituciones
interesadas en la consecución de una paz justa y duradera, para que participen
en todos los escenarios académicos posibles, para que mediante el sano debate escrito
o presencial, se contrarresten las hostiles posiciones de la izquierda y los
simpatizantes de los grupos armados que han venido ocupando estos espacios
desde hace largo tiempo.
En primer lugar, para intervenir en
la reconstrucción de la verdad histórica de lo sucedido en el conflicto y así
evitar su manipulación. Y segundo, participar en la construcción de una
Justicia Transicional, que conduzca a un tratamiento digno y por lo menos
equitativo, donde salgan fortalecidas las Fuerzas Militares y de Policía, por
haber sido ellas, a costa de un altísimo precio, los artífices de la victoria
sobre los violentos y verdadero soporte de la democracia, sin los cuales no
hubiere sido posible que las Farc estuvieren sentadas en la mesa de
negociación.
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