domingo, 12 de octubre de 2014
El drama del vecino
El drama del vecino
La tragedia venezolana se queda además sin quien la denuncie.
Razón de más para que en Colombia dejemos de guardar este cómplice silencio.
Por:
Mauricio Vargas
Fuente:
Periódico El Tiempo
2:31
a.m. | 12 de octubre de 2014
Casi tanto como la tragedia que vive Venezuela, me aterra la
indiferencia con que los colombianos la seguimos. El silencio del Gobierno
Nacional es justificado, por voceros y defensores de la administración de Juan
Manuel Santos, con el apoyo del régimen de Nicolás Maduro al proceso de
negociación con las Farc. A estas alturas, se trata de una excusa tan manida
como falsa: si es cierto, como dicen los negociadores del Gobierno en la mesa
de La Habana, que los avances alcanzados son enormes, el proceso no debería
tener reversa, ni siquiera si Maduro se molesta con Colombia.
Pero que el Gobierno prefiera taparse la boca no quiere decir
que todos debamos imitarlo. La dimensión del drama que viven los venezolanos es
enorme y espeluznante. La inflación de los doce meses recientes supera el 63
por ciento, por mucho la más alta del continente, impulsada por una escasez de
alimentos y otros productos en niveles que alcanzan, en algunos rubros, el 70
por ciento.
La agricultura está postrada: las expropiaciones a los
terratenientes y la concesión de tierras a los campesinos no fueron acompañadas
de políticas de financiación y asistencia técnica, y el agro dejó de producir
lácteos, carne y granos, que hoy urge importar. Pero, como venderle a Venezuela
es un riesgo porque el régimen de Maduro no autoriza los dólares a los
importadores, esos productos han dejado de llegar.
Cientos de grandes plantas industriales han cerrado y decenas
de miles de pequeñas y medianas empresas desaparecieron. El caso de la salud es
pavoroso: la escasez de insumos en los hospitales alcanza niveles del 60 por
ciento y para muchas enfermedades, entre ellas el cáncer, faltan las medicinas.
La pobreza pasó de niveles de 21 por ciento, a los que había
bajado en los primeros años del chavismo, a más del 27: esto a 2012, pues desde
hace meses, el INE (el Dane de allá) dejó de publicar esas cifras. Se trata de
un nivel muy similar al de Colombia, con la diferencia fundamental de la
tendencia: acá va bajando y allá, subiendo. Y con una consideración que
convierte en imperdonables los pecados del chavismo: ese empobrecimiento ocurre
justo después de que Venezuela viviera la mayor bonanza petrolera de su
historia, que en solo impuestos le dejó al fisco unos 350.000 millones de
dólares, sin contar los aportes por 150.000 millones de dólares de la petrolera
estatal PDVSA a supuestos programas sociales.
¿Qué pasó con esa plata? Una porción significativa está en
los bolsillos de dirigentes chavistas y amigos del régimen, los boliburgueses,
que exhiben sus camionetas Hummer, sus Rolex de oro y diamantes y su ropa de
marca. Pero ahora que la crisis golpea y la miseria se dispara, las mafias de
la corrupción chavista están al borde de la guerra civil, como lo demuestra el
asesinato del joven diputado Robert Serra, por el que están detenidos dos de
sus escoltas y hay un cruce de acusaciones en que incluso ha saltado el nombre
del ministro del Interior, Miguel Rodríguez.
No fueron entonces, como dijo Maduro y repitió el
expresidente Ernesto Samper, en su calidad de secretario de Unasur, los
paramilitares colombianos los autores del crimen. Cómo será que hasta la
canciller colombiana, María Ángela Holguín, tan cercana a Samper, tuvo que
llamarle la atención por esas declaraciones. El crimen evidencia una guerra de
bandas corruptas, que se suma a la galopante inseguridad que domina a
Venezuela, con 25.000 muertes violentas al año.
Todo esto mientras una justicia al servicio del régimen
encarcela a cientos de opositores, y la falta de papel (Maduro sólo autoriza su
importación a los medios afines a él) obliga al cierre de decenas de diarios.
De ese modo, la tragedia venezolana se queda además sin quien la denuncie.
Razón de más para que en Colombia dejemos de guardar este cómplice silencio.
Mauricio Vargas
mvargaslina@hotmail.com
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