M-19: UN NUEVO ASALTO A LA JUSTICIA
En 1985 el movimiento narco subversivo M-19, con el pretexto de juzgar al entonces presidente Betancur, quien había hecho todo lo posible por favorecerlos, asaltó el Palacio de Justica. Sabido es que dicho crimen se hizo por encargo del peor criminal del narcotráfico de aquella época: Pablo Escobar Gaviria y con el objetivo siniestro de asesinar a los magistrados que debían definir la extradición.
Para cumplir su criminal objetivo infiltraron otros antisociales en la máxima sede de la justicia colombiana, quienes hicieron los preparativos para garantizar el éxito del aleve atentado. Los resultados son conocidos.
Veinticinco años después, aunque derrotados militarmente pero fortalecidos políticamente como quedaron después de que otro gobierno volviera a confiar en su buena fe, se pone de manifiesto que aquella nunca existió y que, por el contrario, continuaron engañando a la nación colombiana; siniestra y subrepticiamente, organizaron un nuevo asalto a la justicia, este ya no armado pero igualmente criminal.
El modus operandi es similar al empleado en 1985. En aquella época buscaban destruir la Corte Suprema para impedir la extradición, asesinando a sus Magistrados. En esta oportunidad el objetivo es destruir a quienes los derrotaron e impidieron su acceso al poder, enviando a la cárcel a quienes participaron en la recuperación del Palacio de Justicia, ya que no pudieron ser asesinados. En esa ocasión se infiltraron en las instalaciones de aquel templo del derecho colocando sus secuaces en la cafetería y otras dependencias. Hoy sus secuaces han escalado posiciones y ya no atienden las cajas registradoras porque ocupan altos cargos en los despachos judiciales.
Otra vez el M-19 se ha tomado por asalto a la justicia, más sutilmente pero no menos efectivos los resultados. Entonces exterminaron a los magistrados pero no estaba comprometida la majestad de la justicia, hoy las torpes maniobras de investigación y juzgamiento nos llenan de dudas y nos llevan a pensar que ha sido mancillada desde adentro y que algunos de sus funcionarios han participado en ese criminal complot.
A los abusos reiteradamente denunciados por la defensa sobre clonación y desaparición de testigos para evadir la controversia, de negación de derechos fundamentales y la violación de principios consagrados en justicia universal y en la Constitución y leyes colombianas, se suma el descubierto recientemente por una valiente periodista que pone en evidencia lo burdo del montaje y la sed de venganza que se esconde detrás de quienes aparentan buscar la verdad. Aquí aparece claro que el ánimo revanchista de los dirigentes del terrorista movimiento, antes feroces criminales y hoy premiados por la indulgencia estatal y el olvido nacional, no es otro que el de obtener la condena de quienes los combatieron y derrotaron para luego cobrar jugosas recompensas que desangran al Estado, al cual ya intentaron eliminar de cuya benevolencia se valen y aprovechan.
Que un ex delincuente, que participara en secuestros por cuenta de aquel movimiento terrorista, que aniquiló sin compasión a los ocupantes del inmolado Palacio, sea el representante de las supuestas víctimas es una burla macabra, pero que una juez y una fiscal lo hayan aceptado como el principal testigo de cargo constituye, además, un atentado contra la administración de justicia y un fraude criminal, que sus superiores deben afanarse en investigar y reparar. Serias dudas sobre su imparcialidad nos generaban las actuaciones de las dos funcionarias judiciales. El episodio de René Guarín Cortes, ex terrorista y, probablemente hoy nuevamente incurso en otros delitos por su ilegal actuación, nos causa, no solamente terror sino indignación, al ver hasta dónde han llegado los alcances de este nuevo y demoledor asalto a la justicia por parte del M-19.
Somos respetuosos de las decisiones de la justicia y sabemos que hay que acatarlas, por estar en un estado de derecho, pero nos repugna y nos hiere que la injusticia se sostenga, a la par que sus autores no sean perseguidos sino premiados. Esperamos que quienes tienen el deber de administrar justicia, en vez de tapar y proteger a los que la deshonraron, deben proceder con total transparencia, diligencia e imparcialidad en el descubrimiento y sanción de los responsables.
Mucho daño se ha hecho a la Institución Militar, que no protesta, y este inaudito y desleal montaje constituye una advertencia para los demócratas de verdad, que indolentes creen o esperan que “no les toque” y quienes deberían recordar las advertencias de Bertold Brecht:
Primero vinieron por los comunistas, pero a mí no me importó, porque yo nunca he sido comunista.
Después secuestraron a los sindicalistas, pero a mí no me importó, porque yo no soy sindicalista.
Enseguida se llevaron a unos obreros, pero a mí no me importó porque yo tampoco soy obrero.
También detuvieron a unos estudiantes, pero a mí no me importó, porque ya no soy estudiante.
Luego apresaron a unos sacerdotes, pero como yo soy poco creyente, tampoco me importó.
Ahora me llevan a mi, pero ya es demasiado tarde
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