Preocupación
en alta mar
Por: Mayor General Ricardo Rubianogroot Román
Miembro del Centro Colombiano de Pensamiento
Político Militar
Máster en seguridad y defensa.
Una de las labores que me
correspondió desempeñar en el año 1984 siendo un joven Capitán como miembro del
Grupo Aéreo del Norte, organización de la Fuerza Aérea Colombiana, en nuestra
isla de San Andrés y oficial integrante del Estado Mayor aumentado del Comando
Especifico de San Andrés y Providencia (CESYP), era la de efectuar patrullajes
aéreos en esa vastísima jurisdicción del Caribe Colombiano, una extensión
terrestre de 48 kilómetros cuadrados y marítima de 205.000, donde en vuelos
extendidos y de gran radio de acción, efectuados en un avión Cessna 404 “Titán”
con mi tripulación y junto con un oficial de la Armada asignado para cada vuelo como “observador”,
vigilábamos lo que denominábamos “nuestra casa”, que no hubiera presencia de
embarcaciones de guerra, de explotación o investigación de países que no
correspondieran el nuestro, que no se presentara ningún tipo de pesca ilegal por embarcaciones que no
fueran de bandera colombiana, y supervisábamos cualquier otra acción que
estuviera en contra de los intereses de la Nación.
Dentro de nuestra misión, también
estaba estipulado tomar contacto con los infantes de marina que se encontraban
destacados en los callos de Serranilla, Alburquerque y Bolívar, para constatar
cualquier tipo de requerimiento de este personal que se encontraba en esas
latitudes desde tiempo atrás. Hoy como ayer, los infantes de marina aún
permanecen allí ejerciendo y procurando
soberanía.
Sobrevolábamos las unidades de la
Armada Colombiana que en forma regular, constante y muchas veces desconocida y
subvalorada, patrullaban la zona de la jurisdicción, evitando por parte de
nuestra Marina que se cometieran actos en contra de nuestra soberanía.
Son ingentes los esfuerzos humanos
y los recursos económicos que durante muchos años ha realizado el Estado
Colombiano, en innumerables acciones para garantizar la soberanía sobre la
jurisdicción del archipiélago de San
Andrés, que comprende los cayos de Roncador, Quitasueño, Serrana, Serranilla,
Bajo Nuevo, Alburquerque, Cayos Este Sudeste y todas las áreas marítimas que le
corresponden y se cumplan los tratados que Colombia tiene perfectamente
definidos.
La soberanía del archipiélago no puede ponerse
en duda ni en disputa porque el conflicto jurídico y legal en ese sentido, se
resolvió desde el año de 1928 con la firma del tratado Bárcenas-Esguerra.
Dentro de los esfuerzos a que he
hecho alusión, está la creación del Comando Especifico de San Andrés y
Providencia, lo que nos remonta al año de 1982, cuando el Estado colombiano,
con el propósito de agrupar a todas las Unidades militares acantonadas en el Departamento
Archipiélago, le dió vía jurídica mediante la disposición 005 del 05 de marzo
de las FFMM y la resolución del Ministerio de Defensa Nacional No. 647 del 26
de marzo, reemplazando así, lo que hasta ese año se conoció como, la Fuerza de
Tarea número 11, la que se había constituido desde el año de 1933.
La FT-11 luego de las experiencias
obtenidas desde su creación puso de manifiesto la necesidad de crear un Comando
Específico que facilitara el planeamiento, la dirección y el control, a lo cual
también se sumó el interés del Estado por mejorar todos sus sistemas de defensa
en esta zona, como estrategia para proteger los intereses nacionales luego de
que Nicaragua manifestara su desconocimiento del tratado de 1928.
Para ello se han acantonado en la
isla unidades que están bajo el mando de su cuartel general, como la Base Naval
No.4 y una unidad destacada de la Fuerza Naval del Caribe, un componente de
Infantería de Marina y un Grupo aéreo de la
Fuerza Aérea Colombiana, con unidades aéreas destacadas y sistemas de
radar para control Aéreo y sus tripulaciones con una disponibilidad para actuar
en forma permanente.
Quienes conocemos que mantener un
tren administrativo de esa envergadura, la logística y mantener las tropas con
su moral en alto y el material en buenas condiciones por tantos años, requiere ingentes esfuerzos e innumerables
recursos provenientes de los impuestos que pagan todos los ciudadanos
Colombianos.
Por ello y mucho más, resulta
inexplicable, desalentadora e irresponsables las declaraciones de la Canciller
colombiana María Ángela Holguín, en el tema de los derechos que Colombia tiene
sobre la frontera marítima entre ambos países, cuando entendemos que el
Ministerio de Relaciones Exteriores con la dirección del Presidente de la
República, es el organismo encargado de formular, planear, coordinar, ejecutar
y evaluar la política exterior de Colombia, las relaciones internacionales y
administrar el servicio exterior de la República.
La Dirección de Asuntos
Internacionales del Ministerio de Relaciones, es la encargada de dirigir y
controlar la actuación Jurídica internacional del Ministerio, en particular en
las áreas de tratados. Por ello resulta, además de decepcionante, inmensamente
preocupante que sea la misma canciller Holguín, que tiene a su cargo el deber
sagrado de proteger nuestros intereses en la materia, sea quien, en el momento menos oportuno, por las
negociaciones en curso, lance las infortunadas declaraciones que descalificaron
a nuestros negociadores y se constituyeron en un agravio contra la Nación, concediendo derechos anticipados a quien
pretende lesionar nuestra soberanía.
Sus desacertadas y apresuradas
declaraciones que insinuaron que Colombia puede perder parte de su territorio como
consecuencia de soluciones salomónicas de los dignatarios de la Corte
Internacional, lesionan los intereses del Estado Colombiano en forma grave, por
provenir de quien provienen y por constituir una posición pusilánime, contraria
al derecho internacional y similar a aquellas en que se entregaron territorios sin
recato ni valoración estratégica a los venezolanos.
¿Conocerá acaso ella, esa
jurisdicción Insular y Marítima? Habrá reflexionado o siquiera pensado en los
colosales esfuerzos y los altos costos que durante muchos años ha realizado el
Estado Colombiano a través de sus Fuerzas Militares?
Esperemos que esas declaraciones no
sean una premonición de lo que va a suceder en esa negociación, pero si se
puede garantizar que tendrá una injerencia en lo que será la decisión final.
Curiosa resulta la actitud del señor
Presidente Juan Manuel Santos, que hasta la fecha no ha salido a desmentir o a
corregir a su ahora locuaz Canciller.