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"Un grupo de colombianos, militares y civiles de reconocida experiencia a nivel nacional e internacional, conformado para analizar y debatir problemas importantes sobre la defensa y seguridad nacional".

miércoles, 13 de abril de 2011

Editorial de la Semana


ACABAR CON LAS FUERZAS ARMADAS



Centro Colombiano de Pensamiento Político Militar


Acabar con los Ejércitos de América, tal cual, es el objetivo, jamás desmentido, del Foro de Sao Paulo y de las organizaciones y gobiernos proclives a la izquierda.

Pero no. No es esa la idea de nuestro gobierno, ni de los medios, ni del aparato de justicia, ni de la opinión pública colombiana. Ni siquiera de las organizaciones de izquierda con todos sus tentáculos, incluyendo, por supuesto, a la subversión.  Esta pretende es atacar, vulnerar y debilitar la capacidad de lucha, ante la imposibilidad absoluta de declinar la “Fe en la Causa” de nuestro Ejército.

Paradójicamente el gobierno, los medios, la justicia, las ONG’s, consciente o inconscientemente, están contribuyendo a la grave desmoralización y desmotivación que hoy afecta por igual a los soldados y policías de nuestras fuerzas armadas. El término está en desuso, pero las fuerzas armadas existen, están vigentes y luchan por nuestra libertad con un profundo dolor de patria, debido al injusto tratamiento, que reciben en compensación a sus grandes sacrificios.

El síntoma es evidente y es cierto. Se comprueba simplemente conversando con soldados y policías que combaten en el monte.

Al soldado y policía colombiano le hace más daño el mal llamado “amigo de cuello blanco” que se hace pasar por aliado y que se encuentra inmerso en el gobierno, en la justicia, en los medios de comunicación, en los mismos gremios y en un sector despistado de la comunidad que juega un doble papel con la sociedad, según su conveniencia y oportunismo. A estos “amigos” desarmados les teme más el soldado que a los alzados en armas en el campo de combate, puesto que son los que más daño le están causando, protegidos por un sistema que hace resonancia y auspicia estas perversas maniobras.

La reflexión del soldado es simple y humilde, como su origen:

¿De qué vale seguir luchando por una causa noble y altruista para defender a una patria desagradecida e indiferente?

¿Para qué llegar hasta el sacrificio sublime de ofrecer su vida por aquellos a quienes les reclaman a gritos su presencia, cuando están en peligro y luego, cuando se encuentran protegidos los rechazan, los vituperan y los desprecian?
¿Para qué la hipocresía de señalarlos héroes en los titulares de prensa y en las pantallas de televisión cuando inmediatamente después del combate, los mismos jueces y periodistas les cambian el calificativo de “héroes”, por el de “asesinos”?

Por qué nuestros dirigentes y hasta los hombres de bien, les ofrecen el honor y la gloria, cuando marchan al combate y a su regreso, les truecan en un instante el honor por el deshonor y la gloria por la indignidad.

¿Por qué la justicia acusa sin juicio y condena sin pruebas en la mayoría de los casos, cuando de militares se trata y dónde están en ese momento los defensores de los derechos humanos... y dónde el gobierno... y dónde y dónde los periodistas... los industriales, los ciudadanos que se han beneficiado de su protección?

¿Por qué los medios de comunicación condenan anticipadamente, sin freno ni pudor, sin proceso, sin juicio y sin pruebas, con discriminación, a quienes portan las Armas de la República?

¿Por qué los aplausos generosos de la sociedad protegida se desvanecen, cuando cesan las trompetas del triunfo y de inmediato se vuelven a levantar, para señalar con dedo acusador a los hombres que han derramado su sangre por defenderlos?

¿Por qué siguen siendo indiferentes y apáticos el gobierno y sus estamentos a los reiterativos reclamos y peticiones de justicia que a diario les piden, con pleno derecho, los soldados y policías de Colombia?

Las voces del silencio que llegan a sus oídos son desoídas, porque no sirven para acrecentar su caudal político, pero es bueno que adviertan que están socavando las bases de la institucionalidad y en ese momento ¿a quién van a acudir?

Hay, hoy en el país, tres o cuatro voces de reconocidos y abnegados patriotas, ilustres periodistas, que con valentía y decoro se han atrevido a defender de oficio, a los olvidados de la patria, enfrentándose tan solo con el arma de la verdad, a las huestes venenosas de sus congéneres, que no han querido escuchar estas voces que pregonan la necesidad de sostener al Ejército, para que no dejen caer la Republica. Oídos sordos que no entienden que destruyendo al soldado, se están aniquilando a sí mismos.

El clamor que se oye de la reserva activa, todos los días, se apaga sin escucharse, porque el gobierno, los medios, los estamentos y el país en general, perciben a los viejos guerreros, como muebles viejos, a los que hay que mantener arrumados en los rincones del olvido.

La expresión de los Generales que han sido Comandantes del Ejército, se refleja en su último comunicado cuando dicen “Esta guerra larvada que ataca desde las sombras y  a cuyas formas sinuosas del engaño y perfidia, cierran los ojos sociedad y estado, al permitir que a sus instituciones armadas se les denigre, desconociendo su papel de defensores de la libertad y derechos que ilustran nuestro ser republicano”.

Cuando un pueblo pierde la memoria para olvidar a los que luchan y han muerto por su libertad y a los que regresan heridos y mutilados los esperan en los estrados, para seguirles mutilando el alma e hiriéndoles en las fibras más sensibles del honor. ¿Podrán estos hombres sentirse plenos de entusiasmo y de moral?

Sí. No nos podemos llamar a engaño; hay desmotivación y gran dolor en los soldados y policías de Colombia porque tienen en lo profundo motivos morales para estarlo.

No hay mejor soldado que el soldado colombiano, hoy se encuentra ofendido y humillado por gran parte de sus compatriotas, aunque continúan en la lucha sin esperar contraprestaciones. Por su sacrificio sublime, no necesitan recompensas, no reclaman honores, ni medallas, no quieren reconocimientos viles. Exigen con dignidad su derecho a no ser acusados sin razón, condenados sin juicio, ofendidos por sus propios conciudadanos.

Colombia necesita de sus soldados y policías, Los colombianos no podemos seguir siendo indiferentes a la suerte desgraciada que hoy viven nuestros verdaderos héroes.

Señores Comandantes, no dejen pasar esta oportunidad, lideren este propósito nacional, y defiendan a nuestros hombres con el mismo empeño y dedicación como han defendido su honor a lo largo de la vida!. La patria restablecida les agradecerá por siempre este gesto de grandeza.

Bogotá, 13 de abril de 2011

Centro Colombiano de Pensamiento Político Militar
www.pensamientopolitico-militar.blogspot.com


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