lunes, 19 de mayo de 2014
22-04-14
Paradoja
Por: MG Ricardo
Rubianogroot Román (Master en Seguridad y Defensa)
Todo
conflicto o guerra por su naturaleza hostil, es inconveniente, traen consigo variadas
consecuencias infaliblemente negativas para las partes, los efectos y secuelas durante
su desarrollo y mientras acontece la beligerancia al igual que en el
post-conflicto, son diversos, afectando a las personas, la colectividad, la economía, el desarrollo y llegado a su fin
hay un perdedor y un vencedor.
Paradójicamente
la confrontación interna que vivimos en Colombia, ha perjudicado a nuestras
Fuerzas Militares.
Me
refiero a lo siguiente con la afirmación anterior; la estructura, forma de
funcionamiento y sistema de trabajo que tendrían nuestras Fuerzas Militares, serían
bien diferentes a las que hoy día las identifica, si ellas no estuvieran
comprometidas tan a fondo y a la vanguardia como lo están, atendiendo la
problemática interna.
Si
bien es cierto que el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea Colombiana han
sido, son y serán eficientes en la guerra asimétrica[1]
que adelantan, cierto es también, que
les ha correspondido “ajustarse” para apuntalar la situación irregular que ha
afrontado el país por más de diez lustros. Sin duda nuestra Fuerzas Militares
son unas de las más activas, mejor entrenadas y con gran experiencia en combate
real, son pocas en el mundo las que nos pueden equiparar, pero la misión que hoy en día
cumplen, no es la que en esencia deben desempeñar.
Las
Fuerzas Militares de una Nación están concebidas con propósitos bien definidos. “Las
Fuerzas Militares por mandato constitucional, conducen operaciones Militares orientadas
a defender la soberanía, la independencia, la integridad territorial y la
derrota de la amenaza externa, para contribuir a generar
un ambiente de paz, seguridad y desarrollo garantizado el orden constitucional
de la nación”.[2]
Esta
misión resaltada en el párrafo anterior, nos indica claramente que las FF.MM
han sido concebidas para la guerra regular[3], el hecho de estar atendiendo una
confrontación netamente asimétrica, ha obstaculizado e impedido que nuestras
fuerzas militares tengan un mejor equipamiento, una erudición, un adiestramiento
y entrenamiento acorde, que permita la defensa de la soberanía como invoca la
misión.
Actualmente
nuestras Instituciones Militares no poseen la tecnología adecuada y suficiente para
enfrentar un enemigo externo, es sorprendente y se cita solo como ejemplo, que
la Nación no posea unidades blindadas de tanques de guerra, un sistema Defensa
Antiaéreo,[4]
aviones estratégicos cazabombarderos[5] y unidades navales indispensables y apropiadas,
que nos permitan una disuasión creíble[6],
mientras que el vecindario y nuestros enemigos potenciales regularmente incrementa
sus adquisiciones y hacen alianzas militares en áreas consideradas estratégicas
y que potencialmente nos podrían afectar.
La
confrontación interna en la que somos exitosos, paradójicamente ha
obstaculizado el deber ser de nuestras Instituciones Castrenses en cuanto a
equipamiento, operaciones, doctrina y entrenamiento; sin advertirlo hemos
abandonado lo esencial.
La
mentalización, los objetivos Institucionales y prioridades operacionales de
nuestros soldados[7], producto de lo que transcurre internamente en el país, han
sido distorsionados, los mismos han sido
orientados especialmente al conflicto doméstico, al “orden público”[8], esa
no es la concepción acertada para unas Fuerzas Militares, ello no ha permitido un desarrollo acorde a
su verdadera mision, ni la orientación estratégica apropiada.
Es
imperativo escalar a nuestras Fuerzas Militares y a nuestros hombres para que
manejen y forjen conocimientos de la política Nacional, sin ser beligerantes
sí, pero con la capacidad de opinar en forma adecuada, con profundidad, su
preparación debe estar alineada con conceptos geopolíticos[9] y geoestratégicos[10]. La
educación, el entrenamiento, la inteligencia militar y la logística, deben ser
orientados con mayor énfasis a los parámetros de la guerra convencional o
simétrica; lo anterior es absolutamente compatible con la razón de ser de las
mismas alejándose de lo meramente partidista o político.
A
la Cartera de Defensa, al Comando General de las FF.MM y a cada Comando de Fuerza
Militar, les corresponde, analizar y alinear los planes y aspiraciones doctrinarias,
proyectándolos estratégicamente. La
Institución castrense debe garantizar la estabilidad de Nación en el ambiente
de la Estrategia Militar[11].
Cada soldado debe estar capacitado, entrenado y educado suficientemente y con
los recursos necesarios, para garantizar la soberanía Colombiana.
Es
imperativo también que la ciudadanía acepte la importancia de que esto suceda y
las ventajas que esto trae para el país. Cada colombiano debe entender que unas
FF.MM más capacitadas mejor dotadas y con orientación global, en apoyo al poder
civil, garantizan que el resto de renglones del país como la educación, la
salud, la infraestructura, en general el desarrollo en todas las áreas de la
Nación, se desenvuelva con mayor celeridad, con seguridad y plena confianza.
Esta
paradoja que se ha producido y que aludo en estos renglones, no nos impide iniciar un cambio cuidadoso y
ajustar las Instituciones para cumplir su misión constitucional, en forma
metódica.
Si
las conversaciones de la Habana se consolidan y una vez maduren los acuerdos, debemos
colocar aun mayor énfasis y lograr esa trasformación necesaria, pero en todo
caso y al margen de lo que allí suceda, es preciso poner
en marcha la mencionada transformación y aspirar a que ello se consolide en un
futuro no muy lejano.
[1] La guerra asimétrica es un conflicto violento donde existe
una gran desproporción entre las fuerzas tanto militares como políticas de los
bandos implicados, y que por lo tanto obliga a los bandos a utilizar medios
fuera de la tradición militar común. Entre estos medios se cuenta la guerra
de guerrillas, la resistencia, toda clase de terrorismo, la contrainsurgencia, el terrorismo
de Estado, la guerra sucia o la desobediencia
civil.
[2] Página web de la Fuerzas Militares de Colombia. (Misión)
[3] La guerra regular o convencional es un tipo de guerra que se realiza utilizando teorías, medios, estrategias y
tácticas tradicionales, en el contexto de un conflicto armado entre dos o más
Estados abiertamente hostiles. Las fuerzas de ambos bandos quedan bien
definidas, suelen combatir en campos de batalla definidos y luchan con armamento cuyo objetivo primordial es
el ejército enemigo y sus infraestructuras.
[4] La defensa antiaérea es uno de los métodos para derribar aeronaves militares en combate, desde tierra o agua (o simplemente
"superficie", para englobar a ambos). Varias armas y cañones se usan para
esto desde que las primeras aeronaves militares se usaron en la Primera Guerra Mundial, creciendo en poder y en seguridad
con los años. Después de la Segunda Guerra Mundial comienza la era de los misiles guiados, específicamente los "misiles
tierra-aire", y se usan en combinación de muchas formas.
[5] Un cazabombardero es un avión de caza que también es capaz de atacar objetivos en la superficie
terrestre, buques incluidos, por lo que está preparado para utilizar, además de
armamento aire-aire, armamento aire-tierra y aire-mar. Se diferencia de un avión de ataque a tierra en que el cazabombardero mantiene todas las capacidades de un
caza. Un cazabombardero se distingue de un caza
polivalente en que el caza
polivalente puede realizar las misiones de combate aéreo y ataque a tierra por igual, mientras que el cazabombardero
hace un énfasis en el ataque terrestre con menor rol para combate aéreo. (F-16,
Tornado, etc)
[6] Capacidad de conseguir
mediante razonamientos y ante la capacidad que se tiene, que alguien persona o
Estado, cambie su manera de actuar, pensar o sentir.
[7] Un soldado, en su sentido más
general, es un individuo que se ha alistado como Oficial, Suboficial o soldado
como tal, voluntariamente o en cumplimiento de un servicio militar obligatorio, en las fuerzas armadas de un país soberano, recibiendo entrenamiento y equipo para defender a
dicho país y sus intereses.
[8] "Orden público",
asimilada a distintas formas de delincuencia, marginalidad, protesta
pública, revuelta
[9] La geopolítica es la ciencia que, a través
de la geografía política, los estudios regionales1 y la historia, estudia la causalidad espacial de los sucesos políticos y sus futuros efectos.
[10] La geoestratégica es un subcampo de la geopolítica que trata de estudiar y relacionar problemas estratégicos
militares con factores geográficos -recursos de un país con sus objetivos
geopolíticos.
[11] La estrategia
militar se ocupa del planeamiento y dirección de las campañas bélicas, así como
del movimiento y disposición estratégica de las fuerzas armadas. El padre de la
estrategia militar moderna, Carl von Clausewitz, la definía como "el empleo
de las batallas para conseguir el fin de la guerra".2 De esta manera, daba prioridad a los objetivos políticos
sobre los objetivos militares, apoyando el control civil sobre los asuntos
militares.
lunes, 12 de mayo de 2014
¿Colombia siguiendo los pasos de la Venezuela actual?
¿Montealegre es el Fiscal de
quién?
Por Eduardo Mackenzie
9 de mayo de 2014
Tres preguntas. ¿Desde cuándo las comunicaciones
clandestinas de las Farc son un secreto de Estado? ¿Desde cuándo
las Farc son un Estado? ¿Desde cuándo las Farc hacen parte del Estado
colombiano? Esos interrogantes emanan de las recientes declaraciones del
Fiscal General a una radio colombiana en las que él trata de explicar porqué el
domicilio y la oficina del ingeniero informático Andrés Fernando
Sepúlveda Ardila fueron brutalmente allanados por 30 agentes del CTI, el
5 de mayo de 2014.
En declaraciones a Caracol Radio, 32 horas después de la
detención de Sepúlveda y de la incautación de sus computadores y demás material
informático, el Fiscal General acusó al ingeniero y especialista en marketing
electoral de “interferir el proceso de paz”, por haber “interceptado
correos electrónicos” de varios jefes de las Farc, los unos en La Habana, como
alias Iván Márquez, y los otros, como los de alias Timochenko, jefe
supremo de la banda narco terrorista, en no se sabe qué lugar. Por eso, dijo
Montealegre, “se le va a imputar [a Sepúlveda] el delito de espionaje”
porque él “estaba obteniendo indebidamente secretos de Estado”.
En esa entrevista, el Fiscal repitió dos veces la frase: “él
[Sepúlveda] va a ser imputado por el delito de espionaje”. En otras palabras, a
la misma hora (si no fue antes) que un juez de la República realizaba la
audiencia para legalizar la captura de Sepúlveda, y antes de que ese u
otro juez hubiera podido valorar las “pruebas” que el CTI dice
haber encontrado en los dos lugares allanados --convertidos por la magia
de las palabras de Eduardo Montealegre en “salas de interceptaciones”--,
el Fiscal Montealegre ya había condenado al detenido. Ese abuso de
procedimiento cometido por el Fiscal General va a tener necesariamente un
fuerte impacto dentro del proceso que sigue. En un Estado de derecho ese tipo
de arbitrariedad desemboca en la anulación del proceso.
Al hablar a Caracol, Montealegre no empleó siquiera la
expresión “presuntas intercepciones” o “presuntos delitos”. El presentó al
ingeniero como un delincuente acabado que, además, había cometido otro gran
crimen: el de tener un “sesgo ideológico” contra el “proceso de paz”.
El ingeniero fue satanizado ante los medios sin que pudiera
defenderse. Fue recluido en el “bunker” de la Fiscalía y presentado ante la
juez 49 de garantías pero “a puerta cerrada”, para que no pudiera hablar a la
prensa, pues se trata, según Montealegre, de un individuo de la más
alta peligrosidad pues es un “espía” que conoce “secretos de Estado” que pueden
poner en peligro “la vida de muchas personas que están metidas (sic) en
este proceso de negociación en La Habana”. Sin embargo, hasta la víspera,
Andrés Sepúlveda era un hombre respetado y respetable. El experto en desarrollo
web y seguridad informática había trabajado con la presidencia de la República
de Colombia, bajo Santos, y en las campañas del ex presidente Álvaro Uribe
(2006) y en la de Juan Manuel Santos (2010) y hasta en la de un candidato que
ganó la presidencia de México, Enrique Peña Nieto. También ha trabajado
en Venezuela y Honduras. Al momento de set detenido, Sepúlveda
trabajaba con la campaña de Oscar Iván Zuluaga, candidato del partido de
oposición Centro Democrático.
La ley obliga al Fiscal General a ser el primero en respetar
la presunción de inocencia de los ciudadanos. No obstante, Montealegre pateó
ese principio de derecho. Abrumó a un acusado, lo declaró “espía”, sin tener ni
exhibir prueba alguna de eso, y no lo envió a un centro de reclusión. Había que
mostrarlo como un monstruo para que el escándalo cuajara y golpeara, con la
ayuda de cierta prensa, a Oscar Iván Zuluaga, y ahogara, de paso, el escándalo
destapado horas antes por las revelaciones de que el principal asesor de la
actual campaña del presidente-candidato Juan Manuel Santos había estado en
andanzas secretas con traficantes de drogas y paramilitares y hasta
recibido de ellos la suma de 12 millones de dólares para que ambientara
unas negociaciones con el actual gobierno (que nunca comenzaron).
Ante lo de JJ Rendón, Montealegre reaccionó con parsimonia.
JJ Rendón no fue detenido y todo el asunto depende ahora, según explicó
Montealegre, de que un jefe de los Combas, encarcelado en Estados Unidos,
“confirme o no” las acusaciones. No se sabe cuando ese preso podrá ser
interrogado. ¡Qué contraste con la actuación precipitada y con la satanización
de Sepúlveda!
Montealegre inventó el cuento (hasta el momento no hay
ninguna prueba que permita creerle) que Sepúlveda estaba robando “secretos de
Estado” de las Farc. La detención del ingeniero obedece a que interceptó
correos electroncitos de jefes de las Farc, no del presidente Santos. Pues ante
esto último Montealegre confirmó que no sabe nada, que son meras “hipótesis de
trabajo” y “posibilidades”. Es decir, no hay ningún hecho que confirme que
Sepúlveda interceptó mensajes de JM Santos.
Conclusión: lo que desató el furioso allanamiento y la
destrucción de la oficina del ingeniero informático fue el hecho de que
él trataba de saber qué están planeando las Farc desde sus guaridas y desde La
Habana.
Luego surge la pregunta: ¿Por qué Montealegre considera los
correos electrónicos de los jefes de las Farc como “secreto de Estado”?
¿Por qué el Estado colombiano, a través del Fiscal General, trata de proteger
las informaciones de una banda narco terrorista que está en guerra contra el
Estado y contra la sociedad colombiana? ¿Por estar en diálogos de paz? Pero esos
“diálogos” no han hecho sino aumentar la ferocidad de las Farc.
El fiscal pide “sigilo” con lo que se complota en La Habana
contra todos los colombianos. Lo que están tramando allá los terroristas debe
ser algo muy grave pues el Fiscal dice que “de llegar a ser públicos pueden
llevar al traste las negociaciones”. ¿Llevar al traste las negociaciones? Si lo
que están pactando es tan bueno para la democracia, para las libertades y para
la prosperidad de Colombia ¿por qué saberlo tendría tan terribles efectos?
No, quien debe explicar muchas cosas sobre este obscuro
episodio es el Fiscal General Montealegre.
El funcionario dejó ver que actúa con criterio político, que
es capaz de favorecer a una campaña presidencial, la de Santos, obrando con
toda prudencia ante el escándalo de JJ Rendón, y obrando con precipitud y
violencia en el caso de Sepúlveda.
Cuando se dió cuenta de que jamás podría probar que la
campaña de Oscar Iván Zuluaga había “comprado” informaciones “ilegales” sobre
el proceso de paz, Montealegre echó máquina atrás y afirmó, en tono de
perdonavidas: “Aún no hay evidencias entre actividades ilegales y la campaña de
Zuluaga”. Ese “aún” quiere decir que él tratará de mostrar algo al respecto.
Esa es la pretendida “neutralidad” de Montealegre ante el candidato uribista.
El Fiscal General dice que Sepúlveda fue capturado pues fue
encontrado en “estado de flagrancia”. Eso también es improbable. Sólo hasta
dentro de dos semanas los técnicos de la Fiscalía podrán saber si el
acusado había obtenido información ilícita, pues sus archivos informáticos
estaban “encriptados”, según Montealegre. Luego ni el Fiscal General, ni
los agentes del CTI, pudieron ver si lo que estaba haciendo el detenido en su
oficina, al momento del allanamiento, era ilegal. El ingeniero estaba
trabajando en su computador. Eso no es un delito. Su detención y
encarcelamiento fueron actos arbitrarios. Esa detención y lo que ha seguido,
muestra un odio profundo, no un interés en averiguar la verdad.
El Fiscal tampoco ha probado que Sepúlveda desarrollaba
“actividades ilícitas”. No ha probado que el tuvo acceso a “correos
electrónicos” sobre lo que se dice en la mesa de La Habana. El Fiscal no ha
probado que Sepúlveda controla un “mercado negro de información”. Dijo:
“nosotros ya tenemos establecido” (¿quién es ese “nosotros”?) que Sepúlveda ha
vendido información “por varios cientos de millones de pesos”. ¿Pero donde
están las pruebas de eso? El Fiscal lo supone. Eso es todo. No tiene certeza de
nada. Lo supone porque la oficina de Sepúlveda estaba bien ubicada y bien
equipada. Una deducción no es un hecho.
La prensa sin haber visto una sola prueba de nada, se
sintonizó con Montealegre de la manera más dócil y abyecta. Montealegre habla y
lanza acusaciones sin más y todos tragan entero. Así es como una
democracia puede derrumbarse. Montealegre no ha siquiera intentado probar nada.
Le basta con lanzar unas frases a unos periodistas complacientes dispuestos a
quedar bien con él y a no exigirle detalles de nada. Esos periodistas llegaron,
incluso, a preguntarle por qué no había ido más lejos, por qué no había
detenido a otras personas, como la esposa del ingeniero, y por qué no agrava
las penas y crea otro tipo penal para reprimir el derecho de expresión y
obstruir, como en las dictaduras comunistas, o como en el Irán fundamentalista,
la libertad y el acto de poder investigar y reunir información mediante
internet. Tales actos son sancionados en esos países con la cárcel o la muerte.
Colombia ya empezó a imitarlos en eso.
Un ciudadano ha sido privado de la libertad y transformado
en enemigo público número uno por tratar de saber qué están planeando las Farc
contra Colombia. Ese ciudadano ha sido abrumado con acusaciones infamantes, sin
que se haya podido defender ante los medios. Es la tortura moral. Como van las
cosas el abogado que lo defiende será acusado de algo, para que abandone a su
defendido. Como en Venezuela. ¿A dónde va Colombia?
Imputarle el delito de “espionaje” a alguien que trata, si
es cierto, de saber qué preparan las Farc contra Colombia en La Habana, es
obrar como un agente extranjero, como un policía de Cuba, no de Colombia.
Ante el secretismo y los embustes sórdidos y sofisticados
que entre las Farc y el gobierno preparan para desorientar a la opinión sobre
las capitulaciones de La Habana, es un derecho y un deber de todo ciudadano
libre tratar de saber qué está pasando en esa mesa. Si bien es cierto que es un
delito interceptar correos electrónicos de las personas, de los funcionarios y
hasta del presidente Santos, lo mismo no se puede predicar de los correos de un
movimiento terrorista que comete atrocidades todos los días contra los
colombianos. Allí no hay “secreto de Estado” que valga. Desde La Habana las
Farc han ordenado cometer atentados en Colombia. ¿Por qué la información de
esos criminales debe ser protegida? No es Montealegre uno de los que dicen que
las acciones del hacker Julian Assange eran legitimas? ¿Si es legítimo
hackear los correos del Ejército y de la diplomacia norteamericana, por
qué es ilegitimo hackear los correos de las Farc? Y qué dice Montealegre de la
actividad de Edward Snowden, quien reveló documentos secretos del gobierno
norteamericano? Si el Fiscal pretende que la información de las Farc es un
secreto de Estado es porque ya integró en el Estado al estado mayor de las
Farc. Si ello es así que nos explique cuando y cómo se dió esa escalofriante
operación.
Montealegre es coherente consigo mismo (pero no con
Colombia) pues él ha dicho que los crímenes de guerra cometidos por los jefes y
miembros de las Farc deben ser indultados o amnistiados para que se pueda
firmar la paz. Por eso, debemos suponerlo, los correos electrónicos de
las Farc deben ser protegidos y quien los interfiera debe ir a la cárcel, como
le ocurre a Andrés Sepúlveda. Quien dice eso no es alias Timochenko, sino el
propio Fiscal General de la Nación. En esos abismos estamos ahora en Colombia.
El alto funcionario judicial dijo con cinismo glacial que
Sepúlveda se auto acusó de controlar un “mercado negro” de la información: que
él supo eso “a partir de las conversaciones con Andrés Fernando Sepúlveda”. Tal
acusación fue rechazada por el abogado de Sepúlveda. Bernardo Alzate aseguró,
además, que su defendido no tiene previsto aceptar los cargos que le imputa la
Fiscalía.
El Fiscal se queja de que Sepúlveda también trató de
interceptar correos electrónicos de una persona “defensora de derechos humanos,
la ex senadora Piedad Córdoba”. Esa persona, hay que recordarlo, fue destituida
por la Procuraduría por sus vínculos con las Farc. ¿Cómo puede el Fiscal
General llamar a esa persona “defensora de derechos humanos”? Montealegre
agregó que Sepúlveda “tenía gran parte de la base de datos de los
desmovilizados de la guerrilla”. ¿Dónde está la prueba de eso?
Montealegre estima que se trata de “correos que donde se
hubieran sido expuestos en su momento hubieran puesto en riesgo este proceso de
paz, que es una misión constitucional”, pues la paz, según él “es un
derecho y un deber que trae (sic) la Constitución colombiana y un deber que le
impone a todas las instituciones”.
Yo no conozco a Andrés Sepúlveda, ni he visto sus trabajos
ni sus “trinos” (twitters), que tanto le molestan a Santos y a Montealegre. No
sé si el ingeniero es un “hacker” o si ha interceptado correos de alguien. Lo
que digo es que Eduardo Montealegre debe probar públicamente lo que dice.
Montealegre utilizó en su charla con Caracol las fórmulas
que todo buen periodista detesta: “tal parece”, “fuente confiable”. Con ese
“tal parece” el fiscal lanzó a la cara de todos los ciudadanos el cuento de que
el “hacker” recibió “100 millones de pesos por datos”. ¿Donde están las
pruebas de eso? Un Fiscal no puede acusar a nadie de esa manera. El
Fiscal debe tener pruebas, antes de hablar. No conseguirlas después de haber
hablado. Pretender que le creamos lo que dice por el solo hecho de que él lo
dice, es mucho pedir.
Lo que hay hasta ahora es la detención de un ciudadano
que utilizaba el ciberespacio y el Twitter para expresar su repudio
a la política de Santos. ¿Eso es un delito? Sólo en una dictadura puede serlo.
Hace unos días, otros aprendices de brujo la emprendieron contra la
representante electa uribista María Fernanda Cabal por haber escrito un
Twitter. Eso prueba que estamos ante una ofensiva feroz del gobierno y del
santismo contra la libertad de expresión.
Detienen a un twitero y le acomodan una serie de cargos. ¿Y
cuál es su pecado? Tener un “sesgo ideológico contra el proceso de paz”.
La próxima fase de la ofensiva del Fiscal tendrá que ser la detención masiva de
los millones de colombianos que tienen ese mismo “sesgo”.
Lo que acaba de ocurrir muestra una cosa: que en Colombia
estamos ante una justicia stalinista, que arrojó al erial el Derechos y las
garantías del Derecho “burgués” para poder comenzar una caza de brujas de
“enemigos del pueblo”: quien tenga un “sesgo ideológico” contra el mandatario
de turno, o contra las Farc o contra el llamado “proceso de paz”, puede ser
enviado a la cárcel y verse transformado, de la noche a la mañana, de “insecto
dañino”, como llamaba Lenin a sus enemigos en 1918. Eso es posible, como
acabamos de verlo, pues hay una prensa cortesana e irresponsable que ni quiere
ni puede exigirles a los funcionarios de la dictadura en formación que
justifiquen lo que dicen y que respeten las exigencias y la ética del
periodismo.
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jueves, 1 de mayo de 2014
Les toca a los Generales
LES TOCA A LOS GENERALES
POR: RAFAEL GUARÍN
El
candidato Santos ha salido a difamar a las Fuerzas Militares y a la oposición.
Según él, se están manipulando sectores de la fuerza pública con mentiras
relacionadas con el proceso de La Habana. La verdad es que quien genera
incertidumbre en las tropas y afecta su moral es el propio presidente.
El Gobierno ha querido comprar a las FF. MM. con promesas de impunidad,
como si nuestros militares la reclamaran, cuando en realidad exigen es justicia
y más justicia.
El honor
de los soldados se mancilla cuando se les equipara con los grupos dedicados al
narcotráfico, al terrorismo y a crímenes atroces. Se les humilla cuando se
les promete el mismo tratamiento jurídico que a los asesinos de las FARC y del
ELN.
El 3 de
septiembre del 2013 Santos advirtió: “Tengan en cuenta que los beneficios
jurídicos que se vayan a otorgar a la contraparte en la negociación para lograr
esa paz serán aplicables a los miembros de nuestras fuerzas”.
Detrás de
tal “generosidad” hay una tremenda trampa en la que caerá la inmensa mayoría de
generales y coroneles que han actuado con rectitud: el marco jurídico para la
paz establece que la persecución penal se concentrará en los máximos
responsables de crímenes de guerra, lesa humanidad y genocidio. Eso respecto a
las Fuerzas Militares se traducirá en graves riesgos que conspiran contra su
cohesión y su supervivencia.
Seamos
claros. Miembros de la fuerza pública actuaron como criminales, no como
militares, y perpetraron homicidios conocidos con el calificativo de “falsos
positivos”; también, individualmente y no en desarrollo de una política de
Estado, mantuvieron vínculos con grupos de autodefensa ilegales y les
facilitaron las masacres. ¡Por las víctimas y el honor militar esas atrocidades
no deben quedar en la impunidad!
Con el
esquema que se propone, basado en que el peso de la ley recae en los máximos
responsables y que los menos responsables de tales delitos no serían objeto de
investigación penal, sino de mecanismos extrajudiciales que excluyen la pena de
prisión, sobrevendrá una explosión del Ejército.
Esto es
más delicado si se tiene en cuenta que ocurrirá en un escenario en el cual es
posible que estructuras de las FARC se conserven aún en armas, sea porque se
trate de auténticas disidencias, sea en ejecución de la decisión estratégica
del grupo de mantener ciertos aparatos armados a título de seguro en caso de un
incumplimiento de lo acordado, o simplemente en orden a continuar la
combinación de todas las formas de lucha para la consecución del poder.
Quienes
deseen beneficiarse de que no se les persiga penalmente querrán aparecer en la
categoría de menos responsables, lo que implica que otros en la línea de mando
deberán tener la categoría de máximos responsables y la pena de cárcel.
Los dedos
apuntaran masivamente hacia arriba. Sólo es ver la composición de quienes están
en las cárceles o están siendo investigados por violaciones a los derechos
humanos y el número de involucrados y de supuestas víctimas de homicidio en
persona protegida u homicidio agravado.
La mayoría
de soldados, suboficiales y oficiales de bajo rango que quieran ser
excarcelados o evitar ser condenados penalmente serán tentados con el fin de
que señalen cómo “máximo responsable” a cualquiera. Con fundamento o sin él,
con razón o sin ella, lo importante es evadir la cárcel. Testigos falsos
pulularán.
Lo que
calla el Gobierno es que la excarcelación masiva de miembros de las FF. MM. no
es gratuita. Algunos tendrán que pagar por los delitos de todos los que los
cometieron. Así como se espera que la cúpula fariana pague, muchos esperan que
eso ocurra con los comandantes de la fuerza pública. ¿O, en verdad, generales,
creen que porque se firme la paz y se le de impunidad a las FARC ustedes no
seguirán siendo objetivo principal de la guerra jurídica? ¿O que si no hay penas
efectivas la Corte Penal Internacional no actuará contra quienes han conformado
la cúpula? ¿O que en el caso de los militares el sistema interamericano no
tumbaría la “autoamnistía” que ofrece Santos? Al final, ¡les tocó a los
generales!
Y les tocó
no porque sean culpables, ¡que eso quede claro! ¡Muy claro! Les tocó porque el
modelo de justicia transicional de Santos y del fiscal Montealegre busca
condenar a quienes tuvieron la responsabilidad de conducir las tropas y crea
los incentivos para que aun sin nada que ver con los errores o con los delitos
conscientemente ejecutados por los subalternos,terminen potencialmente
asumiéndolos. La injusticia contra altos oficiales asoma las orejas.
Lo único
que falta es que los generales y coroneles terminen en las cárceles, así sea
con penas reducidas, mientras los “máximos responsables” de las FARC recluidos,
en el mejor de los casos, en extensas zonas de reserva campesina, protegidos
por estructuras de su organización “institucionalizadas” o cumpliendo penas
simbólicas en las noches, mientras de día se dedican a la política y a
legislar.
Los
militares, repito, piden justicia, no impunidad. Exigen que se respete el fuero
militar, que tengan garantías de defensa técnica, recuperar la credibilidad de
la justicia penal militar y que cada baja dada en combate legítimo no se
convierta en una acusación de fiscales, muchas veces bajo el efecto de un
fuerte sesgo ideológico y llenos de prejuicios. No es mucho que pedir cuando se
ha ofrecido la vida por Colombia.
Presidente
Santos, ¿quién es el que desmoraliza las tropas?
Twitter: @RafaGuarin
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