miércoles, 22 de abril de 2015
El proceso de paz de La Habana
Proceso de paz = proceso de muerte
Treinta familias lloran hoy a sus hijos y Santos no
tiene la menor frase de solidaridad con ellas. La pérdida de esos soldados es
cantidad menor para ese personaje
Eduardo Mackenzie
Por Eduardo Mackenzie
19 de abril de 2015
Fuente:http://www.periodismosinfronteras.org/nuevas-imagenes-del-9-de-abril.html/eduardo-mackenzie-4
La nueva matanza de militares en el corregimiento
de Timba, Cauca, pudo haber sido evitada. Pero no lo fue. Las Farc pudieron
transportar sus bandidos y su arsenal como quisieron y concentrarlos allí, en
el punto que habían escogido para montar la cobarde emboscada. Nadie vió sus
preparativos, ni su avance por carreteras y montañas, pues la vigilancia aérea
y terrestre de los narco-terroristas había sido descartada semanas antes.
Los llamados de los soldados para pedir apoyo aéreo
en los primeros momentos del ataque no fueron atendidos. La Fuerza Aérea, el instrumento
del Estado más móvil y que más temen las guerrillas, tenía prohibido
defender a la fuerza pública: el presidente Juan Manuel Santos había dictado
esa orden absurda argumentando que las Farc estaban “respetando” el
cese al fuego unilateral y que había que participar en el “desescalamiento del
conflicto”.
Ahí están los resultados de ese cálculo inepto e
imbécil: 11 militares tomados por sorpresa y asesinados y otros 20 heridos (sin
hablar de los otros ataques en otros lugares durante las últimas semanas), tras
un acoso nocturno de cuatro horas y media, en medio de la lluvia, en el que los
asaltantes emplearon obuses, granadas y ráfagas de fusil.
Santos sabía mejor que nadie que las Farc jamás en
su larga historia criminal han respetado sus promesas, ni han dejado de matar
colombianos cuándo y donde quieren. El sabía que la tal tregua unilateral de
las Farc era una impostura. Pese a ello, dió esa orden y salió a marchar con
éstas el 9 de abril. Al mismo tiempo, las Farc preparaban en secreto la sangrienta
emboscada del 14 de abril.
Entre la matanza de Timba y la orden de Santos hay
una relación de causa a efecto. Hay un hilo de sangre muy directo y patente
entre esos dos hechos. Santos quedará definitivamente ligado al gravísimo
episodio pues su orden creó las condiciones para que las Farc organizaran esa
demostración de fuerza, que aterra hoy al país y a la fuerza pública.
Estos son 10 de los
11 soldados masacrados en Cauca por las FARC. El número 11 murió en el hospital
En un Estado de Derecho, la situación creada por la
orden presidencial y por su resultado inmediato, la matanza del 14 de abril de
2015, desembocaría en un juicio de responsabilidades. Quien dio esa
orden es responsable de ese resultado, así como son responsables los mandos
civiles y militares que decidieron, en los momentos cruciales, mientras los
militares atacados pedían apoyo aéreo, no enviar las aeronaves de combate para
reprimir a los asaltantes. Aunque el ataque duró cuatro horas y media, nadie en
las altas esferas movió un dedo por esos soldados. Tenían que
respetar la alucinada orden presidencial que prohibía toda acción de la Fuerza
Aérea contra las Farc.
Ese es el infame proceso de paz en Colombia. Esa es
la dirección que el presidente Santos le ha dado a las conversaciones con las
Farc en La Habana. Un proceso que produce resultados tan aberrantes
contra Colombia no puede ser llamado así. Hay que llamarlo como lo que es: un
proceso de muerte. Colombia ha sido metida con engaños en una espiral de muerte
física y mental gracias a esa farsa “de la paz”. Esa espiral siniestra
gira y se desboca y avanza en la destrucción de los intereses de Colombia. A
eso es que, precisamente, se refiere el dictador Raúl Castro cuando dice que el
proceso de paz en Colombia “va muy bien”. Hay que ponerle fin a esa operación
mentirosa en La Habana que Santos y las Farc llaman proceso de paz. Pues
Colombia necesita la paz, pero la verdadera.
La ciudadanía y sus representantes parlamentarios
pedirán explicaciones. Los hechos deben ser examinados. Ni la
opinión ni los congresistas conocen los pormenores de lo ocurrido en la noche
del 14 de abril de 2015 en la vereda La Esperanza del municipio de Buenos
Aires, Cauca. El país debe saber todo al respecto. Es la primera vez
que en Colombia un presidente decide inmovilizar la Fuerza Aérea, el principal
elemento de lucha contra el mayor enemigo de Colombia. Esa orden estrambótica,
un paso importante hacia el suicidio nacional, hacia el cese bilateral de
fuego, abrió una avenida a los terroristas para que
golpearan con saña a la fuerza pública. Algunos observadores, entre los que me
encuentro, habían previsto ese desastre. Es la primera vez que una orden
presidencial absurda propicia en forma tan directa un acto de guerra
que mina la moral de las Fuerzas Militares.
Santos piensa que saldrá de esa encrucijada con una
nueva pirueta: con la contraorden de “levantar la suspensión de bombardeos a
los campamentos de las Farc”. No le quedaba otra opción ante la cólera de la
base militar. Pero esa medida no basta. Para que las Fuerzas Armadas recuperen
la iniciativa se requiere una orientación inteligente y soberana, no dirigida
desde Cuba. Lo propuesto por el ex presidente Uribe de exigir la concentración
de las huestes de las Farc en un solo punto de la geografía es indispensable.
Sin embargo, en lugar de analizar el significado
del giro dado por las Farc al realizar la matanza de Timba, Santos sigue en su
línea de complacerlas, al proclamar que hay que “acelerar las negociaciones que
pongan fin a este conflicto”.
La línea de las Farc es esa. Sus voceros en las
ciudades lo dicen más explícitamente: aquí no ha pasado nada, hay que “acelerar
el proceso de cese bilateral al fuego”. Las Farc explotan esa tragedia para
pedir la rendición del Estado, bajo la forma de un cese bilateral al fuego.
Para poder realizar, sin trabas, mil asaltos como el de Timba cada mes y en
cada departamento, hasta que puedan entrar a Bogotá a tiros y
morterazos. Para eso es el proceso de paz.
Treinta familias lloran hoy a sus hijos y Santos no
tiene la menor frase de solidaridad con ellas. La pérdida de esos soldados es
cantidad menor para ese personaje. No hubo ni un saludo a esas familias. Ni un
elogio a la valentía y abnegación de sus hijos. Santos no propuso ningún acto
simbólico en honor de ellos. Nada. Han muerto unos soldados y punto. La distancia
que hay entre ese extraño mandatario y la base militar colombiana produce
escalofríos.
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