Quienes somos

"Un grupo de colombianos, militares y civiles de reconocida experiencia a nivel nacional e internacional, conformado para analizar y debatir problemas importantes sobre la defensa y seguridad nacional".

miércoles, 19 de septiembre de 2012

PROCESO DE PAZ EN COLOMBIA


Unanimismo mediático
Autor: 
Iván Garzón Vallejo
Fuente: El Mundo
Fecha: 15/09/2012


Paradójicamente la salida de Francisco Santos de RCN La Radio suscitó poco debate en los medios de comunicación. Quizás como no se trató un periodista de izquierda o antiuribista, se oyeron pocas voces expresando solidaridad o cuestionando esta sutil forma de censura y de vulnerar la libertad de expresión que consiste en marginar a un periodista cuando sus opiniones son incómodas. Algo similar había ocurrido con el atentado contra Fernando Londoño: pocas voces de solidaridad entre los periodistas, y brillaron por su ausencia los reclamos por la libertad de expresión, a pesar de que la víctima dirige un programa radial y escribe una columna de opinión desde hace muchos años, por lo cual, bien podría ser contado en el gremio periodístico.

Si la voz que hubieran tratado de silenciar fuera de otro signo político, habríamos escuchado el estribillo que oímos cuando cerraron la revista Cambio, cuando El Espectador dejó de ser diario y se convirtió en semanario, cuando la Corte Suprema anunció que iba a demandar por injuria y calumnia a Cecilia Orozco y a María Jimena Duzán. Pero no fue así. El mensaje parece ser claro: solo quienes tienen ciertas posturas políticas son dignos del reconocimiento de sus colegas, de la solidaridad del gremio periodístico. Quienes están ideológicamente a la derecha no gozan de tal prerrogativa: allá ellos con sus ideas, al fin y al cabo, siempre son sospechosas de ser extremistas y desestabilizadoras.

Los medios de comunicación obedecen, sin excepción, a intereses políticos y económicos. Por eso la imparcialidad y la neutralidad predicada por algunos periodistas es ilusoria, o una fórmula para despistados. Sin embargo, los medios cumplen una función pública, la de informar, y por eso tienen una responsabilidad con la sociedad, que espera que dicha información sea veraz y relevante públicamente.

Si los dueños de RCN decidieron entregarle al Gobierno la cabeza de Francisco Santos porque era un crítico reiterativo, están en todo su derecho. Si los medios capitalinos siguen dispuestos a tratar con suma benevolencia al Gobierno de Santos y hacerle el favor de contribuir a caricaturizar o invisibilizar a los críticos del mismo, también están en su derecho. Que las razones de uno y otro comportamiento sean económicas o políticas no es lo más relevante. Lo relevante es: ¿esta falta de independencia ante el Gobierno o ante un grupo empresarial comprometen la seriedad, la veracidad y la relevancia de la información que publican?

Políticos y empresarios deben ser conscientes que si bien están en su derecho de cooptar a la prensa, con este comportamiento le hacen un gran daño a nuestra democracia. Porque una democracia necesita que el pluralismo y la diversidad de opiniones no solo sean unas bonitas palabras, sino una realidad. Y ciertamente, unos medios excesivamente oficialistas como los estamos viendo le impiden a los ciudadanos tener una visión de las cosas diferente de la que obedece a intereses políticos y económicos. También evitan por omisión indagar sobre temas de importancia pública que requerirían estar en la agenda. Y además de comprometer su credibilidad, su mayor activo, corren el riesgo de no informar, sino de servir como  propagandistas y legitimadores de los intereses de los poderosos.

Por lo anterior es infortunado que la mayoría de los medios de comunicación capitalinos hayan entrado a la Unidad Nacional. El Gobierno ganó unos defensores acuciosos e incondicionales. Y los ciudadanos perdimos posibilidades de mirar la realidad críticamente, y evitar ser tontos útiles. Pero van quedando pocas alternativas.



Oficina de Prensa Cuerpo de Generales y Almirantes en Retiro CGA
www.cga.gov.co

miércoles, 12 de septiembre de 2012

PROCESO DE PAZ EN COLOMBIA



Disyuntiva de la Paz.

Por: Mayor General Ricardo Rubianogroot Román.
Centro Colombiano de pensamiento político militar. Magister en Seguridad y Defensa Nacional.

Por ser este acontecimiento transcendental y significativo para la historia futura del país, para estos días el comentario habitual entre personas de todo nivel, en las noticias en medios escritos y hablados, los editorialistas, articulistas especializados y con conocimiento, los expertos y aun los que no dominan el tema, pero que desean opinar, están centrados en el proceso de paz.

Quisiera tener el poder de escudriñar en los pensamientos íntimos de las personas que claman por este proceso y conocer si han profundizado sobre su significado y la dificultad de su logro, pero, por encima de todo, sobre sus implicaciones y alcances, que sin duda afectarán a cada uno de los Colombianos, en mayor o en menor medida, pero todos sin distingo, tendremos que asumir las consecuencias de lo que un proceso de esta magnitud presupone.

En mi entorno y entre las personas que como yo tenemos la vocación y hemos consagrado nuestra vida al servicio de nuestro país, al percibir y entender que la voluntad de sentarse en la mesa de las negociaciones ya es una realidad y una decisión de gobierno, se formulan ideas, disimiles acaso, pero siempre enfocadas y encaminadas a buscar lo mejor para nuestra Patria.

Invito a que, ante este escenario y nuevo intento, procuremos acertar con el concurso de todos para que las condiciones que ostentamos actualmente al interior de nuestras Fuerzas Militares no cambien desfavorablemente, que el pie de fuerza de nuestras Instituciones sea apropiado para preservar la seguridad interna y externa de la Nación, que la Justicia aplicada a nuestros hombres, sea precisamente eso y se ejerza con templanza y moderación, sin intenciones de vindicta, con imparcialidad, rectitud y probidad, con sentido de equidad y legalidad y con la severidad que corresponda a la conducta seguida por nuestros hombres y nunca con prerrogativas, dispensas y excesos entregados a nuestra contraparte, que el accionar de nuestros hombres sea juzgado por la jurisdicción apropiada, con un fuero que permita actuar a nuestros militares con tranquilidad y con la convicción de que su desempeño será evaluado por expertos y conocedores del entorno operativo en que actúan los militares, que las condiciones sociales en cuanto a remuneración, salud y vivienda de nuestros hombres no cambien para entregar privilegios a quienes han azotado abusivamente a nuestros ciudadanos, a nuestros pueblos, a la infraestructura y han impedido que el país sea mejor.

Los “dolientes” que van a trabajar en este proceso, enfocados a defender nuestro futuro y el de nuestras familias, deben ser apoyados y asesorados inteligentemente.
Es el momento de destinar nuestras energías, nuestro conocimiento, nuestra experiencia y nuestra fe, a lograr el mejor futuro para activos y retirados e impedir que nuestras condiciones institucionales y prestacionales se vean afectadas y que nuestros valores y principios se vean mancillados. Ya es una decisión de Gobierno, acertada o no, la historia nos dar la respuesta, entretanto trabajemos y procuremos conservar el honor de nuestras Fuerzas Militares y que se den las condiciones sin deteriorar lo que a pulso y con firmeza hemos logrado.
                                                  

sábado, 1 de septiembre de 2012


¿Perdimos la guerra? MIGUEL GÓMEZ MARTÍNEZ

El mayor triunfo de la guerrilla es haber convencido a los líderes de opinión en Colombia que la victoria militar no es posible. Con la excepción de Álvaro Uribe, todos los mandatarios colombianos desde la época de Belisario Betancur repiten sin cansarse que la única opción que tenemos es la negociación. También lo sostienen la totalidad de los medios de comunicación, los líderes empresariales, los políticos, las ONG e incluso algunos militares.

Si existe este consenso tan amplio, ¿por qué no es posible la paz? ¿Por qué llevamos décadas sin resolver el problema? ¿Por qué Colombia tiene el conflicto interno más largo de la historia? Contrario a lo que creen los oportunistas de la paz, no hay paz porque no hemos querido ganar la guerra. La historia de la humanidad confirma una y otra vez que la paz es el fruto del triunfo en la guerra. No hubo paz en Europa mientras no se derrotó a Hitler. No hubo paz mientras no se derrotó a Napoleón, no hubo paz en Vietnam hasta que las guerrillas comunistas no derrotaron a los Estados Unidos.

Algunos dirán que Colombia sí ha pagado el precio de la guerra. Invocarán los miles de muertos, los secuestrados, los mutilados, los huérfanos, las viudas y los millones de víctimas. A pesar de esas horribles y dolorosas cifrasla verdad es que esta sociedad, desde su independencia, ha tenido violencia pero no ha enfrentado una guerra. El siglo XIX es la demostración evidente de que los conflictos nunca se resolvían de manera definitiva y por ello resucitaban periódicamente. Las victorias y por lo tanto las derrotas eran simbólicas; las negociaciones de paz no eran sino altos al fuego temporales esperando un cambio de entorno más favorable para alguna de las partes. Tal vez la excepción sea la Guerra de los Mil Días -en la que un ejército venció militarmente al otro- y por ello pudimos gozar de más de cuarenta años de paz ininterrumpida.

El Gobierno tiene una agenda para volver a justificar la apertura del diálogo con la guerrilla. Con gran habilidad ha ido moviendo sus fichas para convencernos de que, en esta ocasión, la guerrilla tiene el deseo de no engañarnos. La reforma constitucional denominada “marco jurídico para la paz” define lo que el Estado le ofrece a la guerrilla: impunidad para las acciones contra los derechos humanos y los crímenes de guerra. Luego de haber aprobado la ley para las víctimas, el Congreso aprobaría para tal fin una ley para los victimarios.

A pesar de las múltiples frustraciones de los procesos de paz, la mente de los colombianos sigue dominada por el escenario del diálogo. Estamos convencidos de que podemos evitar el duro camino de la victoria militar. Muy a la colombiana, queremos comernos el pastel sin engordar. Así no sea políticamente correcto afirmarlo, el camino de la paz ha estado siempre antecedido del horror de la guerra.

La guerra podemos haberla perdido ya en las mentes. Y como la hemos perdido, las condiciones de paz nos las impondrá el triunfador, en otras palabras la guerrilla.

Suena fuerte pero para tener derecho a la paz hay que pagar el precio de la guerra.

 

*Representante a la Cámara