Quienes somos

"Un grupo de colombianos, militares y civiles de reconocida experiencia a nivel nacional e internacional, conformado para analizar y debatir problemas importantes sobre la defensa y seguridad nacional".

martes, 20 de septiembre de 2011

Editorial de la Semana

Editorial

PORQUÉ ES NECESARIA LA JUSTICIA PENAL MILITAR

Por: Centro Colombiano de Pensamiento Político Militar

Le ha sido muy difícil a muchos sectores del país entender, que la guerra que vivimos los colombianos desde hace más de cuarenta y cinco años es eminentemente política,  y como tal no se circunscribe únicamente a la lucha armada. Por tratarse de una guerra interna político–militar, la subversión marxista ha combinado con innegable sagacidad lo ideológico, lo sicológico  y lo armado. En cuanto a lo primero, ha penetrado desde sus inicios varios estamentos del Estado, particularmente el magisterio y la justicia, de ahí que una buena parte de la intelectualidad colombiana simpatice con la guerra revolucionaria, porque le asignan un fin altruista para lograr justicia social y una mayor equidad en la distribución de la riqueza, en el convencimiento de que el sistema democrático capitalista no ha logrado resolver este grave problema. Por lo menos así lo ha considerado la Corte Suprema de Justicia.

Remontándonos a sus orígenes, en los años sesentas y setentas, una parte de los jóvenes que eran estudiantes, fueron tentados por la fiebre marxista, de moda por aquella época en América Latina, como producto del triunfo de la revolución cubana; hoy en día, no pocos de ellos ocupan posiciones de importancia en diferentes sectores del Estado y de la opinión nacional e internacional.  Son estos personajes quienes desde la legalidad y con un fuerte sentimiento anti militar coadyuvan a los propósitos de los grupos armados, comprometidos o no con estas organizaciones criminales, a través de estructuras tales como: colectivos de abogados, cuerpos de investigación, organismos de justicia, centros de Estudios socio políticos de relevancia nacional, columnas de opinión nacional y organizaciones no gubernamentales de derechos humanos, que por cierto, se han convertido en la bandera de la izquierda para atacar las instituciones armadas.

En el campo de la justicia internacional, la situación no es menos halagadora, por causa de la opinión distorsionada de los países desarrollados, debido al estereotipo originado por los múltiples golpes militares que se dieron en América Latina  en la década de los años setenta y ochenta, que produjeron una injustificada animadversión hacia todos los militares latinoamericanos; recordemos que para los países europeos, no existe la individualidad de los países de sur América, todos estamos considerados en la misma región, somos los que produjimos a Pinochet,  Videla, Galtieri,  Stroessner, y otros. Por tal razón la satanización de los militares latinoamericanos y la  exaltación a personajes como el Che Guevara, incluso Fidel Castro, que poca oposición tiene en la Unión Europea, son considerados héroes mundiales, por la lucha libertaria que adelantaron en América Latina, lo que llevó al desconocimiento de los crímenes y genocidios producidos por estos personajes y el terrorismo criollo.

Aunado a lo anterior el trabajo de la “diplomacia subversiva“, logró grandes avances, particularmente en la última década del siglo pasado; en países como Suecia, Dinamarca, Alemania, Suiza y otros, moviéndose con gran libertad y con apoyo del mismo Estado, adelantando una política de desprestigio hacia los gobiernos, logrando ser catalogados como mártires y merecedores de un respaldo legítimo de aquellos países. Por fortuna esta tendencia ha venido cambiando, desde que fueron reconocidos como un grupo terrorista.

Con un escenario judicial y de opinión como éste,  qué garantía podrán tener los militares que defienden al Estado a costa de arriesgar sus propias vidas y tranquilidad personal, quedando en la más absoluta indefensión, cuando son juzgados por sus propios enemigos o detractores. Los diferentes gobiernos poco o nada han hecho en este campo; más bien con el ánimo de ajustarse a los estándares internacionales de los Derechos Humanos, han suscrito tratados que han puesto aún más  en dificultades a los militares.

Han sido muchos los que con extraña ligereza han descalificado la Justicia Penal Militar, por considerarla parcializada y poco garantista; pero olvidaron que ante la ineficacia de la justicia ordinaria, el país se vio abocado  en circunstancias de grave alteración del orden público, a recurrir a ella para resolver un problema de crisis nacional. La realidad es que esta oposición obedece más a una estrategia para pasar cuentas de cobro, desestabilizar el Cuerpo Armado del Estado y obtener jugosas indemnizaciones, esquilmando aún más el presupuesto de los colombianos.

De la confrontación excesivamente prolongada, han surgido amores y desamores hacia las Fuerzas Militares, por ser ellas las que constitucionalmente tienen que enfrentar por la vía de las armas a los grupos al margen de la ley; pero también, se han convertido en blanco fácil de otras formas de lucha, que resultan más letales que las mismas balas de los grupos ilegales. Hemos llegado a tal punto de radicalización, que organizaciones nacionales e internacionales nos llaman actores del conflicto, cuando el verdadero actor es el Estado mismo.

Aunque las encuestas de aceptación y afecto por parte de los colombianos son ampliamente favorables para las Fuerzas Militares, no resulta congruente con las denuncias y confrontación legal a que están siendo sometidos miembros de la institución castrense, por parte de organizaciones simpatizantes de los grupos ilegales: Tal pareciera que la ilegalidad estuviera más en los estamentos del Estado, que en las organizaciones de terroristas. Hace unos días una valerosa afirmación del  Comandante General de las Fuerzas Militares, en la que sostenía la vigencia de la presunción de inocencia del señor Coronel Alfonso Plazas Vega, hasta tanto no se le demuestre lo contrario en un juicio justo a la luz del derecho, al que consideraba un héroe nacional que defendió la democracia en un momento crucial de la Nación, causó escozor y muchos detractores rasgaron sus vestiduras ante este justo reclamo por una verdadera justicia.

Las instituciones armadas tienen claro que la administración correcta de la Justicia Penal Militar, el Régimen Disciplinario y el respeto a los Derechos Humanos son la mejor garantía para mantener  unas fuerzas fortalecidas, cohesionadas y disciplinadas, extirpando de ellas a las ovejas negras que delinquen.
  
En conclusión, la Justicia Penal Militar no se puede considerar como un privilegio, no es nada más que una garantía que otorga la misma constitución a las Fuerzas Militares y que funciona en todos los países del mundo, con mayor razón debe funcionar en un país que está sumido en un conflicto político prolongado donde los militares se convierten en blanco de los enemigos, no solamente de los armados sino de los  desarmados. Además, no resulta lógico que a los militares los juzguen personas que desconocen el entorno militar y las características que rigen las operaciones militares. La lógica indica que son sus pares los adecuados para impartir una justicia que es especializada.  Estamos de acuerdo que la Justicia Penal Militar deba ser modernizada y actualizada,  pero con el ánimo de fortalecerla. Se requiere la creación de la Fiscalía Militar y de un Cuerpo Técnico de Policía Judicial que respalde la labor del ente acusador militar, a través de un proceso paulatino de implementación.
  CENTRO COLOMBIANO DE PENSAMIENTO POLITICO MILITAR

domingo, 11 de septiembre de 2011

Editorial de la Semana

EDITORIAL
Bogotá, D.C, 11 de Septiembre de 2011

LA VERDADERA  SALIDA A NUESTROS PROBLEMAS

Una realidad de la cual tenemos que partir es que, en los últimos treinta años los  militares en Colombia no hemos trabajado lo suficiente para satisfacer nuestras necesidades básicas, descuidando peligrosamente el bienestar de nuestros hombres. Cuando estamos en actividad el quehacer de nuestra profesión nos mantiene las veinticuatro horas ocupados en nuestra principal misión constitucional, cual es la de mantener libre de amenazas a nuestros ciudadanos, por demás loable y estoica, pero injusta con nuestros hombres, que son los que en últimas permiten el cumplimiento de la misión. Siempre hemos estado preocupados por todo lo atinente al cumplimiento del deber, descuidado gravemente la estructura básica del bienestar de los hombres, como son: la nivelación salarial, la salud, la vivienda, la recreación y seguridad jurídica para poder gozar de un retiro tranquilo.

Hemos callado cuando se nos ha exigido el crecimiento de las fuerzas sin los requerimientos mínimos necesarios para el sostenimiento de los nuevos efectivos, siendo más notoria esta falencia en el Ejército. Es así como han colapsado los servicios de salud,  vivienda y recreación, que entre otros, han incidido notoriamente en la estabilidad familiar de los integrantes de las Fuerzas Militares. Sin temor a equivocarme creo que desde tiempos del Gral. Luis Carlos Camacho Leyva, no ha habido  un claro interés en este aspecto.

Cuando el Ministerio de Defensa pasó a manos de civiles, no tuvimos la suficiente visión para empoderar  el Comando General y desde ahí empezó nuestro calvario, cada vez nos quitan más y más poder, año tras año hemos ido perdiendo espacio, y los mandos han permanecido indiferentes. Los ministros militares que tuvimos hasta 1991, además de que tenían un conocimiento claro de la  amenaza, conocían en carne propia la importancia de mantener satisfechas las necesidades básicas de los subalternos y luchaban por alcanzarlas; es cierto que el enemigo creció, porque  en aquella época no existía la voluntad política, y por lo tanto no se suministraban los medios  para alcanzar la victoria.

Desde la aparición de los ministros civiles, tuvo preponderancia la asignación de los medios para ganar la guerra, eso hay que reconocerlo, pero  el bienestar y la solución de las necesidades básicas de la tropa no han sido importantes, porque la lealtad y el compromiso están ahí, con sueldos dignos o sin ellos, con salud o sin salud, con instalaciones o sin ellas; lo único  importante son los éxitos operacionales, para luego reclamar el protagonismo que los proyecte en su carrera política.  Ya nos conocen muy bien, saben que nos pueden tramar con una condecoración, con más soles, o repitiéndonos que somos héroes, la verdad es que quedamos felices, aun en el retiro nos siguen tramando  con promesas y discursos lisonjeros, lo anterior es importante pero siempre y cuando este acompañado de soluciones reales a las necesidades básicas.

La pregunta del millón es ¿de quién es la culpa? Con frecuencia solemos quejarnos de nuestras desgracias y de la falta de interés de la dirigencia civil, sin darnos cuenta que fuimos nosotros mismos los que en su momento, unos más que otros, fuimos los culpables de esta terrible realidad que ha llegado a niveles críticos. Los ministros de defensa, independiente de quien sea, cuando se posesionan prometen solucionar todos nuestros problemas, pero ningún mando militar de los últimos tiempos ha convencido al gobierno de la urgente necesidad de satisfacer las necesidades básicas de sus hombres y esto ha ido en contra de la propia moral y la eficiencia. Ojalá que esto cambie con la designación del joven Ministro Juan Carlos Pinzón, descontaminado de intereses políticos, quien proviene de estirpe militar y que ha sufrido directamente las necesidades de las Fuerzas.

Se ha puesto de moda expresar nuestro pensamiento e inquietudes a través de las redes sociales; todas las organizaciones de la Reserva Activa sin excepción; han creado centros de pensamiento, otros a título personal, comentan y expresan las más diversas inquietudes, normalmente de inconformismo; unos lo hacen con altura y equilibrio, otros más radicales expresan su pensamiento con mayor vehemencia, pero al final todas son válidas y justas. Lo que nos debemos preguntar es, qué tanta injerencia han tenido todos nuestros válidos y justificados reclamos?  Sin duda alguna estas voces son importantes, pero debemos ir más allá. Tal pareciera que nuestras quejas y reclamos no tienen la trascendencia que quisiéramos; todo eso tiene una explicación: los militares no tenemos poder político, ni para inquietar  al más activo de los políticos. Por otra parte, nuestro común denominador ha sido la desunión; los coroneles en contra de los generales, los suboficiales en contra de los oficiales, los celos entre las organizaciones de retirados por la competencia de poder, etc.  Así no llegaremos a ninguna parte, nos quedaremos en las protestas aisladas de los que se atreven a escribir.

La principal salida a esta problemática es que los activos (cúpula militar), exijan con respeto  pero con entereza la solución a los graves problemas de bienestar de las Fuerzas y lo más importante restituir nuestra justicia para que no seamos presa de nuestros enemigos, so pena de colapsar en un inconformismo generalizado de impredecibles consecuencias.

En cuanto a la Reserva Activa, deberemos seguir insistiendo en algo que ya se ha intentado varias veces sin éxito, la creación de un partido político, no debemos sucumbir ante los anteriores fracasos, ya que si existe  una verdadera unión podríamos  lograr este objetivo.

Porque no insistir en algo que parece impensable, con el imprescindible apoyo de los activos, buscar el voto de los miembros de la Fuerza Pública, tarea por demás difícil, aquí se ha dicho en muchas ocasiones de que es inconveniente, aunque no sabemos para quién resulte inconveniente.  ya no estamos en las épocas del nueve de abril del 1948, cuando existían unas fuerzas poco profesionales y politizadas.  Las Fuerzas Militares y de Policía de hoy en día son más preparadas, modernas y con una capacidad democrática autónoma. 

Los militares no somos ciudadanos de segunda, debemos exigir los mismos derechos de los demás colombianos. Claro está que existen intereses para que esto no suceda en Colombia, algunos lo estigmatizan, incluso entre nosotros mismos.  Creemos firmemente que solo así seremos tenidos en cuenta. El día que tengamos una herramienta política que nos soporte y nos vuelva trascendentes seremos oídos realmente, imagínese son más de cuatrocientos mil votos. Abramos el debate, primero entre nosotros mismos y luego socialicemos la idea con las demás fuerzas del país; no desistamos antes de intentar lo que ya existe en otros países.

CENTRO DE PENSAMIENTO POLITICO MILITAR

sábado, 3 de septiembre de 2011

Bienvenido DR Juan Carlos Pinzón Bueno al Ministerio de Defensa Nacional

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HOJA DE RUTA PARA EL NUEVO MINDEFENSA
Carta abierta en espera de una buena gestión

Por Brigadier General Jaime Ruiz Barrera *

La decisión de relevar al actual Ministro de Defensa en procura de cambiar esa gravísima percepción de inseguridad reinante en el país, constituye una acertada medida de gobierno, siempre y cuando, el nuevo Ministro asuma como tarea prioritaria, atacar de frente y sin vacilación alguna, las distintas causas que generan esa falta de motivación que tienen las tropas para jugarse la vida en el campo de combate.

La tarea en que se han empeñado los actuales mandos para motivar a sus tropas bajo ese eslogan altruista de “ fe en la causa “sin duda alguna ha sido muy importante, pero para su mayor efectividad, requiere con urgencia de ingredientes reales y palpables, que le generen credibilidad y fortaleza. Fe en la causa es voluntad de lucha, y esta se pierde fácilmente cuando surgen factores de desmoralización en las tropas.

Independientemente de los problemas salariales, de bienestar y de seguridad social que afectan gravemente a nuestros combatientes, a mi juicio el que más pesa y que podría ser la causa principal de esa desmotivación, es el de la inseguridad jurídica. Nuestros hombres de honor ven a muchos de sus jefes, comandantes y compañeros, que en su momento y en virtud de resultados victoriosos en la lucha con el enemigo, fueron felicitados, condecorados y al poco tiempo humillados, enjuiciados e injustamente encarcelados.

La nueva estrategia de los terroristas y de las bandas criminales a las cuales deben enfrentarse, ha sido muy exitosa. En contubernio, o mejor dicho en una evidente y descarada asociación, colectivos de abogados, funcionarios de la rama judicial y ONG afectas a los grupos terroristas, montan el libreto requerido para llevar a cabo las acciones necesarias que les garantice el enjuiciamiento y condena de nuestros combatientes. En toda operación militar en la cual se produzcan muertes en combate, aparecen de inmediato en el sitio de los acontecimientos miembros y funcionarios de esta terrible asociación, donde reclutan falsos testigos y falsa pruebas que después utilizan habilidosamente en los estrados judiciales. Esta es la guerra política y jurídica en la que hemos sido vergonzosamente derrotados y en la cual el Estado o el país en general, ha hecho caso omiso, dejando en abandono total a quienes se están sacrificando por la defensa de la patria.

El nuevo señor Ministro debe oír a sus Generales. Debe dejarles la responsabilidad de la conducción operativa de las tropas y el como ministro, actuar como un super administrador y orientador de las políticas de seguridad nacional que establezca el gobierno central, llevando eso si y como le corresponde, el peso político de su gestión. 

En lo atinente a la estrategia de seguridad nacional, debe utilizar gente idónea, preferencialmente a militares con experiencia, en retiro o en servicio activo, y evitar la improvisación con nuevos funcionarios, que por lo regular dan al traste con su tarea y la  conducen al fracaso. Debe también romper la barrera existente creada por ministros anteriores y a través de la cual, su gabinete ministerial armo tolda aparte para el manejo solitario de todo lo que tiene que ver con la misión institucional de las Fuerzas Militares.

Por otra parte, hacer esta guerra con legislación de paz, es supremamente difícil. Los países que han sido exitosos en conflictos similares, lo han logrado dentro de un marco jurídico y normativo apropiado, con el cual les han proporcionado plena seguridad y garantías a sus Fuerzas Militares. Hay que lograr con urgencia la legislación apropiada que nos permita consolidar lo que se ha alcanzado y asegurar la victoria final dentro del marco legal y constitucional que la ética nos impone. Consecuente con lo anterior, es también muy importante revisar y adecuar los manuales operativos concebidos en años anteriores, cuyas excesivas medidas restrictivas, generan confusión y le quitan libertad de maniobra a las tropas en combate. Esta circunstancia, favorece plenamente a los grupos armados ilegales con los cuales deben enfrentarse.

La tarea por realizar será mucho menos difícil, si logra concertar apropiadamente con los únicos voceros validos con que cuentan quienes en servicio activo portan las armas de la república: …sus mandos naturales y las reservas activas de la nación. Las reservas, por cuanto los combatientes no pueden ser deliberantes y carecen de la potestad de exigir y reclamar. Busque y mantenga el contacto con las asociaciones militares, las cuales le serán de gran ayuda en el estudio y solución de los problemas que afectan a nuestras instituciones. Esta es la razón de ser de estas asociaciones. Aprovéchelas Señor Ministro, si usted y los nuevos mandos que se designen, no logran recuperar la moral de las tropas que defienden este país, cualquier acción de gobierno tendiente a restablecer y fortalecer esa percepción de seguridad que antes existía, será totalmente infructuosa.

El país entero está pendiente de los resultados que pueda lograr en la gestión que comienza. La mayor expectativa la tienen quienes portan las armas de la república. Ponga usted el interés y la voluntad política necesaria y las tropas el esfuerzo y la voluntad de lucha que se requiere para defender y salvar a Colombia. Si esto se cumple, el país saldrá triunfante.

Bogotá, 3 de Septiembre de 2011

    * Oficial de la Reserva Activa del Ejército, Miembro del Centro Colombiano de Pensamiento Político y Militar